Iniesta de nuestras vidas

La España de 2008 a 2012 era un país en ebullición. La explosión de la burbuja inmobiliaria, la caída de Lehman Brothers, los brotes verdes que nunca llegaron. Paro, recortes, manifestaciones. Crisis. Sálvese quien pueda. Una a olla a presión que estalló y quemó a millones de familias. Y entre las llamas, un televisor encendido que era la única ventana hacia un mundo feliz. Para muchos, una de las pocas bocanadas de aire limpio que podían tomar en un mundo que les ahogaba. Fútbol.
El opio del pueblo, le dicen despectivamente. Por aquel entonces, había quien desprestigiaba este deporte como una droga para desviar la mirada de los gobiernos de decretazo y del político ladrón. Como si aquella España, desde los jóvenes hasta los jubilados, no se hubiese manifestado ni hubiera peleado contra el sistema. Lo cierto es que después de tanta lucha, una caladita a 'La Roja' era mano de santo para dormir más tranquilo.
Por mucho que no lo comprendan quienes lo desprestigian, el fútbol es mucho más que 22 tipos dándole patadas a un balón. Es sentimiento de pertenencia, comunidad, integración (y tristemente, muchas veces división). Millares de documentos científicos explican su psicología, cómo funciona en la sociedad y por qué, aunque suene absurdo llevado a lo más básico, ser feliz porque unos millonarios han metido más veces el balón en una red que otros cuantos es legítimo.
Aquellos cuatro años alumbraron a la Selección como mucho más que un equipo. Lo que Luis Aragonés construyó y Vicente del Bosque continuó fue pegamento para una sociedad que ya estaba lo suficientemente crispada y asqueada de su día a día. Hasta ellos mismos, sus protagonistas, combatieron su división interna para que ni el choque Madrid-Barcelona pudiera estropearlo. Entre medias, el 11 de julio de 2010, en el Estadio Soccer City de Johannesburgo, frente a los Países Bajos, llegó la cumbre. La que utilizó Andrés Iniesta Luján (Fuentealbilla, 11 de mayo de 1984) para llegar a las estrellas, tomar una con sus manos y bordarla en el pecho de 'La Roja' para siempre.
Iniesta se convirtió en el símbolo de aquella gesta por mucho más que pasar por ahí. Porque fue Iniesta como pudieron ser Jesús Navas, Xavi Hernández, Sergio Ramos o cualquiera de los que seguían en el campo en aquel minuto 116 de la final de la Copa del Mundo. Pero la jugada llegó a la banda izquierda para Fernando Torres, el 'Niño' la puso corta, Van der Vaart despejó y Cesc le puso el balón a Andrés. Y él, con su temple habitual, armó la volea en un momento eterno. Todos recordamos (si teníamos la edad suficiente) dónde estábamos, con quién y qué hicimos.
La cuestión es que más allá de la dichosa casualidad, el de Fuentealbilla también habría sido un emblema por lo que representaba y representa su figura. El chico menudo, callado y tremendamente educado que gusta a todos. El yerno ideal, el amigo fiel. El que marcó el gol más importante de la historia de un país y se acordó de su inseparable Dani Jarque. Todas las fotografías de aquella celebración incluyen ese "siempre con nosotros" escrito con rotulador azul sobre su camiseta interior. Nobleza.
Por la casualidad, pero también por su carácter afable y la ternura que despertaba en muchos, Andrés Iniesta fue aplaudido el resto de su carrera en todos los campos de España (menos San Mamés, pero esa es otra historia). Era la manera de agradecerle cómo consiguió, junto a la generación dorada del fútbol español, calmar por unas horas el dolor de todo un país herido. Curioso que el '8' sea el icono de un futbolista que trascendió de leyenda barcelonista (que no es poco) a leyenda de una nación con el '6' a la espalda.
Aun así, como alegoría a su '8' de (casi) toda la vida, este martes 8 ha sido el día elegido por el jugador, su familia y su 'staff' para anunciar su retirada del fútbol profesional. Cierra así un capítulo de casi 22 años, los que se cumplirán desde su debut el 29 de octubre de 2002. Lorenzo Serra Ferrer ya lo había estado llamando para entrenar con el primer equipo la temporada anterior y aquella, con Louis van Gaal, llegó su estreno. Jugó unos minutos contra el Brujas en la Champions League y un par de meses después, el 21 de diciembre, se estrenó en Liga con una victoria por 0-4 sobre el Mallorca.
Con ese salto llegó a la élite el chiquillo que con ocho, diez y 12 años ya tenía hechuras de adulto sobre el campo. De pequeñito jugaba en las pistas de fútbol sala de Fuentealbilla y en 1992, tras pasar las pruebas, entró al Benjamín del Albacete Balompié. Allí era el mejor, sin duda alguna, y en 1996 lo demostró llevando a su equipo al tercer puesto del Torneo de Brunete. Por el camino los 'blanquillos' eliminaron al Real Madrid y al Celta y cayeron en semifinales contra el Racing de Santander. Allí, tanto los 'merengues' como el FC Barcelona tantearon a la familia de Iniesta, pero la existencia de La Masia fue diferencial para que terminara vistiendo casi toda su carrera de azulgrana.
En su debut y sus inicios lució el '34', hasta que en la temporada 2004-05 de la mano de Frank Rijkaard recibió el '24' con la ficha del primer equipo. Y ese fue su dorsal en citas como la final de la Champions League de París en 2006, donde entró por Edmilson al descanso para ir a por la remontada frente al Arsenal. Paralelamente en su carrera internacional, en 2002 ganó el Europeo Sub 19, perdió la final del Mundial Sub 20 de 2003 ante Brasil y hasta febrero de 2006 participó con la Sub 21. Luis Aragonés le dio la oportunidad con la Absoluta en mayo, en un 0-0 frente a Rusia antes del Mundial de Alemania, como parte de la regeneración que llevó a la Selección a lo más alto.
De cara a la campaña 2007-08, después de la salida de Ludovic Giuly rumbo a la Roma, el de Fuentealbilla recibió definitivamente su eterno '8' en Barcelona. Con él creció y explotó en la posición de interior, como hombre libre capaz de escurrirse entre mil piernas zigzagueando con el balón. Control orientado, pisada, recorte, croqueta. Malabares que formaban parte de un repertorio casi mágico. Y que ojo, exigían un físico mucho mayor del que aparentaba. En esas piernas había mucha fuerza para salir rápido de situaciones inverosímiles.
Iniesta era esto. Las estadísticas no iban demasiado con él, aunque en temporadas como la 2012-12 llegó a la veintena de asistencias y en sus mejores momentos rondó siempre la decena. Dominaba mucho el pase clave, la preasistencia, cambiar por completo el sentido de una jugada con un quiebro y un pase para encontrar espacio. Su visión de juego y su talento estaban siempre entregados al compañero, no a apuntarse el tanto. Con Xavi, Busquets, Leo Messi y posteriormente la 'MSN' dejó acciones memorables.
Tampoco era un goleador, aunque entre 2003 y 2022 siempre anotó alguna vez por temporada y su leyenda es aún más grande por dos goles en particular. El que le dio el Mundial a España y el 'Iniestazo', aquel misil con su diestra que empujó toda Barcelona a la escuadra de Stamford Bridge para eliminar al Chelsea y poner el rumbo a Roma. La leyenda azulgrana de Pep Guardiola le debe todo a este momento. Curioso que ninguno de los dos lo marcó llevando su primera equipación. En Sudáfrica, 'La Roja' iba de azul. En Londres, los 'culés' iban de amarillo.
Y ojo, también dejó un repertorio interesante. Pueden buscar por YouTube su primer gol con la Selección Española. Aquel día de febrero de 2007 enmudeció Old Trafford en un amistoso frente a Inglaterra con una volea espectacular. Tampoco se pueden perder el calco del 'Iniestazo' en Huesca en 2014, sus dos tantos en el Santiago Bernabéu en ese mismo año (zurdazo bestial) y al siguiente (zambombazo con la diestra) o su volea al Celtic de Glasgow en 2016. Era (y es) un tipo silencioso, pero las mataba callando.
Como jugador del FC Barcelona levantó un total de 32 títulos. Entre ellos, nueve Ligas, siete Supercopas de España, seis Copas del Rey, cuatro Champions League (París, Roma, Londres y Berlín), tres Supercopas de Europa y tres Mundiales de Clubes. Su etapa en el Camp Nou acabó, después de 674 partidos oficiales, 57 goles y más de 100 asistencias, el 20 de mayo de 2018 con una victoria ante la Real Sociedad. En los álbumes de fotografías que un día como hoy copan los medios encontramos su imagen descalzo, sentado en el centro de un Camp Nou vacío que minutos antes le había dado sus últimos cariños.
Semanas después, Andrés Iniesta le puso también el punto final a su carrera en la Selección Española, donde ojo, no todo fue el Mundial. Su energía fue troncal en la Euro 2008 y su magia tocó techo en 2012. Aún le quedaba de todo por hacer, pero para muchos, en Polonia y Ucrania practicó su mejor fútbol. Allí fue donde la defensa de Italia le planteó su icónico marcaje a lo Oliver Atom. Tristemente, 'La Roja' no le pudo brindar su mejor despedida en Rusia 2018 por culpa de Luis Rubiales y su ataque de cuernos con un Julen Lopetegui que hasta entonces lideraba a una España invicta e ilusionante. Con el experimento a la desesperada de Fernando Hierro, 'La Roja' estuvo desnortada y acabó pereciendo ante la anfitriona en una dolorosa tanda de penaltis. En total se marchó con 131 partidos y 14 goles internacionales en su historial.
Aunque tampoco le interesaron muchos los títulos individuales, en su palmarés constan también unos cuantos reconocimientos. Como ejemplo, fue el mejor jugador de Europa para la UEFA y el MVP de la Eurocopa en el mismo año, 2012. Estuvo ocho temporadas consecutivas (2009-2016) nominado al Balón de Oro, ganó el Balón de Plata en 2010 y el de Bronce en 2012. Además, de 2009 a 2017 estuvo ininterrumpidamente en el XI Mundial de la FIFA. Messi le arrebató el premio de 'France Football' a los mejores de la España campeona del mundo. Quizás merecido, quizás no, pero duele no haber tenido un BdO español para reconocer no solo a la mejor generación española de la historia, también a una de las mejores selecciones de todos los tiempos.
Tras marcharse del Barça, la carrera del de Fuentealbilla se salió de los focos. El Vissel Kobe le ofrecía más allá de dinero una nueva vida en un país vibrante como Japón, donde decían apostar fuerte por el crecimiento de su fútbol. Allí sirvió de reclamo para compatriotas como David Villa, Sergi Samper, Bojan Krkic y Juan Mata. Y también pasaron por la J1 League Fernando Torres, Isaac Cuenca, Sisi o Markel Susaeta. Todos, coetáneos en un margen de dos o tres temporadas. E Iniesta, aunque peleó por la permanencia y llegó a tener a Miguel Ángel Lotina como entrenador, se llevó de su lustro en la tierra de los bueyes una Copa del Emperador y una Supercopa de Japón. Las lesiones le acabaron empujando a salir.
Centrado en sus negocios con los viñedos y lejos de su entorno de siempre, lo único que se le puede 'afear' a Andrés Iniesta es que no le brindara a su tierra una temporadita sobre el césped del Carlos Belmonte. Como lo han hecho Santi Cazorla o, varios escalones por debajo, Lucas Pérez. Eso sí, tampoco se pueden olvidar algunos de cómo puso dinero de su bolsillo y de sus bodegas para salvar al Albacete allá por 2013, con el club en peligro de desaparición. Hoy, con las cuentas saneadas y en buenas manos, vuelve a estar asentado en Segunda División.
Quizás después de marcharse del Vissel Kobe era el momento para darse esa última gira por los campos de España. Quizás sintió que su cuerpo ya no estaba para esa lucha. El del Emirates Club, donde coincidió con su ex compañero Paco Alcácer, terminó siendo el último escudo que defendió en toda su carrera. El pasado 24 de mayo le marcó al Al Nasr Dubai de Alfred Schreuder (ex ayudante de Ronald Koeman) el último gol de los 97 de su trayectoria. Y el 1 de junio, entrando como suplente frente al Al Bataeh, jugó los últimos minutos del último partido de su maravillosa carrera. El número 963. No está el '8' en el guarismo, aunque sí el '6' con el que voleó el gol de todos. El que hizo a José Antonio Camacho exclamar aquel "Iniesta de mi vida". El que nos hace darle las gracias a Don Andrés Iniesta, Iniesta de nuestras vidas.