El opositor a Champions no puede permitirse días malos. Ni siquiera descuentos con despiste. Eso le pasó a un Sevilla al que el Getafe le robó el empate en la prolongación. Los locales opinan que literalmente. Ángel remachó a puerta vacía un balón que se le escapó a Sergio Rico de las manos tras chocar con Cala. La acción ocurrió fuera de la zona protegida del portero, aunque la sensación de obstrucción pareció bastante clara. Con o sin razón, hubo otra fuga en el Pizjuán.
El aficionado se quedó pitando, los jugadores del Sevilla rodearon a Alberola Rojas en el campo y la celebración del Getafe se quedó fuera de plano. Un final inesperado para una historia que estaba escrita para Muriel.
Porque hay días de espesura que frustran. Invade la sensación de que el paso de los minutos no traerá nuevas musas. Si el banquillo es 'low cost', toca respirar hondo y rezar por un milagro. Pero si hay un tipo como Muriel, la luz se vuelve a hacer. El colombiano acercó la Champions para el Sevilla sacándose el fútbol y el gol de los bolsillos. Era su día. Era, pero no lo fue.
El Getafe, equipo rocoso y que invita a la desesperación, hincó la rodilla cuando Muriel desbarató las fichas y propuso jugar a otra cosa distinta. Hasta entonces, había maniatado a un Sevilla ramplón y previsible. El banquillo azulón es de esos 'low cost' y no se avecinaba reacción. Irónicamente, Ángel, que había estado casi desaparecido, le puso el lacre al partido cuando minutos antes Banega se había topado con la madera.
Por ocurrir al final, el empate getafense pudiera parecer injusto. Pero tuvo sus ocasiones el equipo de Bordalás, tanto para el 0-1 como para el 1-1. Lo que pasa es que Amath no es Muriel. Tampoco Ángel.
Ritmo anodino
Partidos como este recuerdan que la competición está ya bien madura. Las piernas pesan, los triunfos son más difíciles de sacar. El Getafe, como todo recién ascendido, lleva la palabra sufrimiento corriendo por su sangre. Montella, en cambio, sigue son su máster acelerado de las urgencias que se gastan por Sevilla. La losa de la derrota en el derbi sigue pesando. Y aún no ha dado un triunfo liguero a su parroquia.
La noche empezó fría en el ambiente y sobre el césped se hizo más. A falta de ocasiones, los locales intentaron calentarse reclamando varios penaltis. Pero lo que hacía falta era un poco de café. El que le puso al choque Muriel, que por un día cambió discontinuidad por electricidad. Ángel o el colegiado, según se quiera ver la botella, le arruinaron el papel protagonista.