Era el día marcado por todos en el calendario. Por fin, tras una larga espera, el tridente del PSG formado por Messi, Neymar y Mbappé hacía su primera aparición conjunta, y ni más ni menos que en el mejor escenario posible: la Champions League.
Sin embargo, lo que apuntaba a una noche de espectáculo se transformó en un gatillazo de gran magnitud, pues el cuadro parisino no pudo superar al Brujas (1-1) y sus estrellas no estuvieron a la altura. Solo Mbappé, que se marchó lesionado, se salvó de la quema.
Aunque esta terna de cracks acaparaba la atención en general, los focos estaban centrados especialmente en un Leo Messi que, tras debutar en Ligue 1 con el conjunto francés, vivía su estreno continental con el PSG tras toda una vida en el Barça.
Su inicio de partido fue prometedor. Se veía a un Messi activo, con ganas de participar e incluso participando en la presión y en las labores de recuperación tras pérdida, algo que se le había olvidado en sus últimos tiempos en el Camp Nou.
Durante el primer tiempo, el '30' generó cierto peligro sobre la meta rival, especialmente en dos acciones: un pase a Mbappé que el galo no culminó y un disparo de los suyos que por centímetros no fue un golazo. La cruceta lo evitó.
Sin embargo, estos atisbos de protagonismo durante la primera media hora se fueron diluyendo con el paso de los minutos. El de Rosario no apareció prácticamente en el tramo final de la primera parte y su segunda mitad fue del todo gris.
Tras la marcha de Mbappé por lesión, la responsabilidad recaía sobre su espalda, pero el crack, como en esas negras noches europeas con el Barça, no aparecía ni le salían las cosas. Solo tuvo dos conatos de rebeldía en el segundo tiempo que acabaron con una fácil parada de Mignolet y un disparo a las nubes que en otro tiempo hubiera sido gol.
Así, además de con una tarjeta amarilla para su cuenta particular, finalizó un estreno europeo de Messi que, sin llegar a suspender, tampoco sobresalió de la mediocridad de un PSG que, de nuevo, dejó mucho que desear.