Al igual que sucedió con Riqui Puig, al fin llegó su momento. La política de rotaciones de Ernesto Valverde le llevó a ser lateral derecho en detrimento de Nelson Semedo y Sergi Roberto. Se dejó ver bastante el senegalés, para lo bueno y para lo malo.
Con Todibo, Murillo y Umtiti en un novedoso sistema de tres centrales, tanto Wagué como Malcom fueron los encargados de hacer de carrileros. Esa peculiar posición le dio libertad para correr, algo que le gusta.
La contrapartida fue que apenas tuvo ayudas y se vio muy solo para defender. Comenzó nervioso, con un par de malas decisiones atrás que llevaron a los jugadores del Huesca a volcar las ocasiones por su carril.
Eso sí, compensó esas desatenciones, a veces precipitaciones por sus ganas, con buenas zancadas para sorprender desde atrás. Pudo romper líneas en varias ocasiones, especialmente en la segunda mitad.
De sus botas llegaron algunas de las pocas acciones peligrosas. En una de ellas, Boateng no llegó por centímetros para empujar a gol, aunque estaba en posición adelantada.
En la otra, ya en la segunda mitad, se la puso a Dembélé tras tirar una buena pared con él, si bien un defensa despejó a córner in extremis.
Con el cambio de dibujo, haciendo de lateral puro, se prodigó menos en ataque, aunque también sufrió menos. Más que aceptable su puesta de largo como jugador del Barcelona.