No estaba siendo justo el fútbol con los méritos de un Celta bienintencionado sobre el césped, pero poco premiado por un mix de nervios por el descenso y un atasco en Balaídos, donde dejó marchar puntos clave en las últimas semanas. El Sevilla pagó los platos rotos... una vez más.
Solo hay que ver la doble celebración en Balaídos de Óscar García, técnico celtiña, para saber lo que había en juego ante el Sevilla. La victoria del Espanyol dejó colista al Celta por primera vez en lo que va de temporada, pero ese microinfarto duró escasas horas.
Lopetegui sorprendió con la titularidad de Suso y En-Nesyri, que aparecían en un ataque apuntalado por la electricidad de Ocampos. En el Celta, Smolov se erigió en el nuevo escudero de Iago Aspas ante la incomparecencia semana tras semana de Santi Mina.
Y el experimento no le salió mal al técnico sevillista. De hecho, cuando quitó tanto al gaditano como al marroquí, el equipo se descompuso. Banega no estuvo a la altura en el segundo tiempo y el partido no estaba para las características que aporta De Jong al juego del Sevilla.
El Celta se lanzó a los brazos de los dos 'jugones' que le están sacando las castañas del fuego: Rafinha y Aspas. El brasileño aportó desequilibrio y trabajo en la sala de máquinas, mientras que el gallego se dejó el alma en todas las zonas del campo para revertir la precaria situación del conjunto vigués.
Salió bien de inicio el Celta, que llevó el control del choque. Sin embargo, lo mismo de siempre le castiga, los errores defensivos. Olaza, en el 23', pecó de confianza y cedió mal para Rubén, lo cual fue aprovechado por En-Nesyri para bendecir el camino de los de Lopetegui y abrir la lata.
Se mantuvo sólido el Sevilla; sin balón, fue capaz de cerrar las líneas, liderado por un Fernando inconmensurable en la zona de trabajo. Joan Jordán y el 'Mudo' Vázquez aportaron la calidad y la técnica para favorecer y facilitar la salida de balón del equipo desde atrás.
Le costaba un mundo generar peligro al Celta, pero fue capaz de insistir y persistir en la línea marcada desde el principio. Óscar García mantuvo su idea de ser protagonista, y el que la sigue la consigue... Pero al descanso llegó la desilusión y el desazón en Balaídos por la derrota momentánea.
Cambió el encuentro tras el paso por vestuarios de sus protagonistas. Poco a poco, la necesidad fue imprimiendo un sentimiento unitario en todo el Celta que metió prisas en los jugadores. El Sevilla perdonó a la contra y lo acabó pagando, pero es cierto que se le fue el partido de las manos.
Pione Sisto le dio otro aire al ataque gallego, aunque el empate llegaría de la fantástica conexión Rafinha-Aspas. El gallego se plantó solo ante Vaclik, se fue del checo y completó su maravillosa acción. Perdió rigidez el juego del Sevilla y el Celta acabó derribando su moral.
De nuevo tras un robo, el Celta pisó aún más el acelerador para instaurar la locura en Balaídos. Robo en la medular y contra fantástica para el disparo cruzado en el área de Pione Sisto, héroe inesperado para tumbar a un Sevilla irreconocible y cada día con más dudas.