El Ramón Sánchez-Pizjuán volvió a ser una discoteca. No por la magia del himno del centenario que suena cada día de partido en la capital andaluza, sino por el regreso del baile de goles en la grada.
Se le achacaba sequía y falta de ritmo al equipo de Machín y volvió de golpe y a base de golpes. La percusión la puso Ben Yedder, el bajo continuo de la melodía que no paró de sonar en el feudo hispalense, pero el acompañamiento del resto de la banda también fue armónico.
Cuando el francés se siente cómodo, transmite bienestar a todo el que le rodea. Sus compañeros olieron sus 15 minutos de inspiración y le cedieron el protagonismo para que deleitara con un solo de gitarra en la segunda mitad a un público que se moría de ganas por volver a cantar goles.
Los teloneros no divirtieron
Antes de la función de Ben Yedder en la segunda mitad, 'solo' se vivieron dos tantos en el Sánchez-Pizjuán. La igualdad fue la tónica que se repitió desde principio a fin y los tantos llegaron casi consecutivos.
Sarabia firmó el primero aprovechando su instinto de 'killer' y Oyarzabal un protagonista tan negativo como positivo, igualó la contienda con un disparo cruzado desde un costado del área. Así llegó el descanso, con 1-1.
Ben Yedder, VIP
Fue el alma de la fiesta, ese amigo que levanta una noche cuando hay más de uno con ganas de volver a casa a las tres de la mañana. Al francés le bastaron solo 13 minutos, menos de un cuarto de hora de magia para llevar en volandas al Sánchez Pizjuán.
Primero aprovechó con una picadita un genial pase filtrado de Jesús Navas, luego empujó un semigol de Munir tras un cabezazo del ex barcelonista y certificó su 'hat trick' aprovechando un fallo de la Real en el centro del campo.
Machín le sustituyó mirando a Europa, pero el choque todavía tenía que dejar un gol de Oyarzabal en propia y su propio resarcimiento desde los once metros para el 5-2. Los tres puntos auparon al Sevilla de nuevo a puestos europeos y la Real deberá seguir esperando al tren que le lleve a la zona noble.