Muy pocos futbolistas son capaces de superar el calvario que ha sufrido Santi Cazorla en los últimos dos años. Muchos meses en la enfermería, con un tobillo destrozado que cerca estuvo de retirarle. Por suerte, no fue así. Cazorla siempre creyó y este 17 de julio volvió a disfrutar del fútbol.
Lejos queda aquel España-Chile de 2013 en el que el asturiano sufrió una fisura en el tobillo derecho. Una lesión de la que nunca terminó de recuperarse y que arrastró hasta inicios de 2016, cuando comenzó un carrusel de operaciones.
Hasta en nueve ocasiones pasó Cazorla por el quirófano, perdiendo ocho centímetros de tendón y con un talón que terminó gangrenado. Para remediarlo, los médicos tuvieron que injertarle piel de otra parte del cuerpo en la zona en la que, justamente, tenía tatuado el nombre de su hija.
"El médico me dijo que si volvía a caminar, me diera por satisfecho", llegó a confesar Cazorla en 'Marca'. Los meses pasaban y las soluciones no llegaban, aunque Cazorla volvió a tirar de optimismo cuando se le vio trotando y tocando balón el pasado mes de abril en el estadio del Arsenal.
Al término de la última temporada, Cazorla cumplió contrato y el club 'gunner' decidió no renovarle. Ahí apareció el Oviedo, que le cedió sus instalaciones para que entrenara, y después el Villarreal. El equipo en el que despuntó definitivamente y que le ha dado una segunda oportunidad. Bienvenido seas, Santi.
La sonrisa de @19SCazorla, de amarillo , luce mejor. pic.twitter.com/k3dOKmNCXl
— Villarreal CF (@VillarrealCF) 17 de julio de 2018