El trabajo de un portero en el área consiste en evitar que el balón entre en la portería. El de Bono, en la noche de este sábado, fue al revés. Fue el encargado de introducir el cuero en el arco, en una de esas jugadas que pocos creerán si no lo han visto en directo.
El Valladolid volvió a repetir viejos errores. El conjunto de Sergio no supo cerrar el partido y, en una indefinición de todo el equipo en el córner, dejó suelto un balón que finalmente remachó el cancerbero marroquí.
La última jugada echó por tierra todo el trabajo anterior del Pucela. Aprovechó la ocasión que tuvo en la primera mitad y resistió, hasta el final, en la segunda para intentar llevarse los tres puntos en una lucha titánica por la salvación.
Antes, el frío pucelano había congelado las ideas de Lopetegui. Tuvo que cambiar hasta en dos ocasiones el sistema el entrenador del Sevilla. Dejó en el banquillo a Ocampos y lo pagó caro en la primera mitad.
Sorprendió el Valladolid en el José Zorrilla. Bien organizado atrás, aprovechó una de las pocas que tuvo, en un penalti forzado por Weissman, para marcar por medio de Orellana desde los once metros.
Lopetegui se dio cuenta de los errores y varió al descanso. Más cambios en la segunda mitad dejaron a Ocampos en la derecha como carrilero, con toda la banda para correr y llevar todo el peligro.
Empezó a merecer el Sevilla y a Sergio le entró miedo. Es un mal endémico del entrenador del Valladolid. Se echa atrás, acumula jugadores en el área pero flaquea cuando menos tiempo queda en el reloj.
El guion de la última jugada lo firmaría el propio Hitchcock. Suso sacó el córner, lo remató De Jong, Óscar lo salvó de irse por el fondo, recorrió toda la línea, nadie despejó y le llegó finalmente a un Bono que marcó su nombre en la historia de LaLiga.
Un final de película, de terror para el Valladolid, de suspense para el Sevilla, que deja un regusto a dos equipos que afrontarán el parón con sensaciones diferentes.