Pasan los años, llegan nuevos jugadores, pero el Barcelona sigue necesitando a Messi. El equipo de Valverde se nutre demasiado de Messi, y cada vez más. Sin Xavi, sin Iniesta, con Busquets y Piqué muy lejos de su mejor nivel y Suárez sin la mordiente de antes, todo se aferra a Messi.
Coutinho no tira del equipo, Rakitic no está ni cerca del que brilló en el Mundial y Dembélé es una excelente compañía pero no un solista de éxito. En este contexto, la llegada de Vidal no aporta nada nuevo, se echa de menos a Paulinho con todo lo que eso significa y defensivamente el equipo sigue mostrando dudas y encajando goles.
En un contexto así, es imposible prescindir de Messi. El argentino crea, construye, asiste y define. Lleva seis palos y cinco goles en esta Liga. Produce hasta en sus peores tardes, pero la orquesta no le acompaña y Valverde se toma licencias que a día de hoy este Barça no puede asumir.
El plan de sentar a Messi para que llegara más fresco a Londres tenía toda la buena intención del mundo. Pero a este Barça cogido con tantas pinzas no se le puede quitar al mejor equilibrista que tiene.
Si algo volvió a quedar claro tras el partido ante el Athletic es que a este Barça se le puede cambiar el escudo o el entrenador, pero no puede permitirse el lujo de sentar a Messi sin una justificación médica pertinente. Esta vez el sacrificio ha costado dos puntos y puede que el liderato. Valverde sabrá si merece la pena.