El Chelsea puso fin a la montaña rusa del Real Madrid en esta Champions 2020-21. Los blancos murieron a la orilla de una nueva final de Zidane, tras un camino extrañísimo en el que alternaron partidos sonrojantes con actuaciones soberbias. En Londres, el día más complicado, no les sirvió con el escudo ante un equipo imponente, que aprovechó la debilidad física y hasta psicológica de un equipo que terminó esquivando la goleada de milagro.
El Real Madrid estaba obligado a marcar, pero el comienzo del choque ya dejó evidencia de que las cosas no iban según lo planeado. Mandó el Chelsea como en la ida, y encima con la red del 1-1 de Valdebebas. Los 'blues', sabedores de que el tiempo no corría en su contra, se desgastaron para quitar el aire a un equipo en el esqueleto y en el que Zidane tampoco acertó con la ubicación de un perdido Vinicius en el carril derecho.
El Chelsea acosaba tras pérdida y el Real Madrid confiaba en lograr imponer su fútbol con mucha más pausa. Tampoco el físico le daba para más. Con Ramos y Mendy al 60% y con Hazard nuevamente 'missing', la empresa fue demasiado complicada. Dos tiros de Kroos y Modric fueron meros fuegos de artificio, ya que quien tuvo que intervenir por primera vez con especial acierto como siempre fue Courtois. El belga se quitó de encima un tiro de Rüdiger y un cento de Mount casi sin saber ni cómo. Nada pudo hacer en la enésima acción desafortunada de Werner en la eliminatoria. El delantero se quedó sin el 1-0 pronto por haberse adelantado en exceso para recibir un pase de la muerte de Chilwell.
Escaso premio
Los 'blues' eran muy superiores, pero el 0-0 mantenía la eliminatoria en el alambre. Y el Chelsea demostró que también tiene portero. Mendy evitó el 0-1 de Benzema con una de las mejores paradas de las semifinales. Se giró Karim en la frontal y buscó el palo largo. La estirada del francés, dedicada a todos aquellos que dudaron de su calidad cuando reemplazó a Kepa. El meta transformó la eliminatoria en una especie de venganza.
La ocasión de Benzema fue muy clara y el francés tendría otro cabezazo franco que solventó sin apuros Mendy, pero las llegadas del Chelsea eran más constantes y mucho más claras. Cada recuperación era medio gol y Casemiro enseguida confirmó que no tenía su día. Se notaron en sus piernas en exceso los kilómetros del choque ante Osasuna. Kanté no necesitó nada más que unos segundos para diseñar el 1-0, que llegó tras una buena combinación con Werner y una genialidad de Havertz. Se quitó de encima el alemán a Courtois en el mano a mano y Werner, demasiado solo, no perdonó en el rechace del larguero.
El primer tiempo se consumió con nuevas llegadas del Chelsea, que confirmaban la enorme diferencia física entre ambos conjuntos. Y también, la escasa contundencia de los ingleses en área rival. Kroos llegó a tiempo para evitar el tiro de Mount y luego a Havertz se le bajaron las persianas en un contragolpe con Ramos. El Madrid hasta agradeció que no se sacara el córner pese a que era quien necesitaba que marcar para volver al partido.
La segunda parte arrancó sin variaciones, a pesar de que el partido blanco exigía algo. El Chelsea siguió a lo suyo, a demostrar que era muy superior en casi todo. Havertz, al larguero; Mount, al limbo. Dos ocasiones demasiado claras como para regalar en una semifinal.
La historia se había vivido tantas veces que ya se vislumbraba la reacción blanca. Sin embargo, los 'merengues' seguían en la UVI. Por momentos, fue un 'Expediente X' que el Chelsea no sentenciara el pase. Courtois, inconmensurable, mantuvo con vida al Real Madrid en un contragolpe en el que Havertz y Werner no supieron precisar. Demasiado individualista el primero, que buscó la definición y por bajo y se topó con la pierna del belga.
Al Madrid le empezaron a entrar las prisas y también los agobios. Un entradón de Nacho fue más fruto de la impotencia que para marcar territorio. Mientras Tuchel dio aire a su equipo con la entrada de Pulisic por Werner, Zidane comenzó a quemar naves casi a lo bonzo: terminó sustituyendo hasta a Casemiro para meter a Rodrygo sin obtener el más mínimo fruto.
Intentaron presionar arriba los blancos porque ya era lo único que les quedaba por probar, pero fue una táctica suicida con las piernas que ahora mismo tienen. Era cuestión de tiempo que el Chelsea pusiera los dos pies en la final. Mount cruzó demasiado un chut al contragolpe, pero no perdonó cuando Pulisic, de nuevo tras otra acción impecable de Kanté, le regaló el tanto a puerta vacía.
No pudo ni tirar en toda la segunda parte un Real Madrid superado y que quizás había llegado demasiado lejos en una Champions en la que tuvo que tirar de moral, fe y hasta del escudo para soñar un imposible. No le dio para llegar al último día con ese cóctel ante un Chelsea portentoso, digno aspirante al título en Estambul. Y ojo, con un Tuchel que llega a su segunda final seguida y que confirma que su destitución en el PSG fue un error. Unos se ganaron el derecho a soñar; los otros, la obligación de olvidar el mal trago para conquistar una Liga que aún es posible.