La sorpresa mundial del moderno rey inglés fuera de las islas

El Chelsea tiene mística en el plano internacional. Con sus altos y sus bajos, el cuadro londinense es el mejor de su país fuera de sus fronteras en los últimos 40 años (y seguramente 'top 5' en general junto a Real Madrid, Milan, Bayern y Barcelona). Este curso, con la conquista de la Conference League, los 'blues' se convirtieron en el primer equipo de la historia en ganar todos los títulos organizados por la UEFA (Champions, Europa League, Conference, la extinta Recopa y la Supercopa de Europa) y ahora, poco más de un mes después, los londinenses rizaron el rizo alzándose con el primer Mundial de Clubes bajo su nuevo formato.
Los de Stamford Bridge, que ya se había proclamado campeones del mundo en 2021, se llevaron en Estados Unidos un torneo que, sobre el papel, les condujo por un sendero de lo más plácido hasta la gran final. Los pupilos de Enzo Maresca, que se estrenó a lo grande en su primer año al frente del equipo, llegaron al duelo por el título tras ganar a Los Angeles FC, Espérance de Tunis, Benfica, Palmeiras y Fluminense. Equipos con enjundia e historia, pero en escalones muy inferiores respecto a la superélite europea.
Le llegó el miura al Chelsea en el duelo final. El todopoderoso Paris Saint-Germain, campeón de todo y que había vapuleado en las últimas semanas a Inter de Milán (5-0), Atlético de Madrid (4-0), Bayern de Múnich (2-0) o Real Madrid (4-0) metía miedo. Imponía. Pero ante un rival así, nada mejor que una buena dosis de sangre fría para afrontar la faena como un buen torero. Y Cole Palmer se vistió de luces para despachar a capotazos al morlaco parisino.
Dos capotazos casi consecutivos e idénticos congelaron a un PSG que volvió a sufrir antes del descanso una nueva dosis de la magia del '10', que inventó un pase que solo vio él para que Joao Pedro dejase visto para sentencia el duelo. El PSG, por orgullo, buscó una remontada imposible durante la segunda parte, pero el buen hacer de los 'blues' y alguna que otra intervención de Robert Sánchez dejaron en nada una rebelión parisina que acabó tornándose en patadas feas, una roja a Joao Neves y una fea tangana final.
El Chelsea, que al igual que muchos conjuntos europeos dejó alguna duda en la fase de grupos, concluyó su verano americano saboreando la gloria. Quizá no sea el conjunto con el fútbol más eléctrico ni el más brillante, pero domina muy bien sus registros. Generoso en el esfuerzo defensivo y con un ataque repleto de armas de fuego rápido, los ingleses se han coronado reyes del mundo con justicia y solvencia.
Este Mundial de Clubes supone la guinda a una temporada que asienta con una base inmejorable el Chelsea del futuro. Un Chelsea a golpe de millones y fuertes inversiones que por fin dan sus frutos gracuas a un equipo joven y en crecimiento. Palmer es la parte y el todo, pero el inglés no está solo. Enzo Fernández y Moisés Caicedo, dos fichajes multimillonarios y cada uno con sus registros, son de los mejores del mundo en sus puestos. Marc Cucurella, otro que tal baila. Jugadores como Colwill, Joao Pedro o Pedro Neto que, sin ser ahora mismo estelares, tienen un tremendo techo.
Y al frente de todo, Enzo Maresca. El italiano, que durante mucho tiempo se impregnó de las ideas de Pep Guardiola y ya había conseguido devolver al Leicester City a la élite, ha conseguido a las primeras de cambio colocar de nuevo al equipo de Londres en el primer plano continental con una clasificación para la Champions vía Premier y, de paso, aumentar a golpe de doblete internacional el palmarés 'blue' con un título europeo y otro planetario. Se comió en el planteamiento el de Pontecagnano a Luis Enrique y a su PSG. Supo morder, ser valiente y embarrar todo cuando convenía. Una demostración ante el mundo que le sitúa en la mesa de los mejores entrenadores del momento.
El inicio de una andadura que ni el fan más optimista de los londinenses podía imaginar y que pone el listón muy alto para el curso 2025-26. Eso sí, ya habrá tiempo de pensar en Stamford Bridge en la próxima temporada. Ahora toca disfrutar y descansar tras lo logrado. Y presumir, sobre todo presumir, pues el Chelsea podrá durante cuatro años decir con orgullo que es el campeón del mundo.