La lesión de Dembélé, unida al irregular desempeño de Coutinho, le pusieron las cosas fáciles a Valverde. Sabía que hacía falta cemento en el centro del campo para anular al Betis, y le echó argamasa de la buena.
Rodeó a Busquets de Rakitic y Arturo Vidal, pero además metió a Arthur, a hacer de enganche. Cuatro centrocampistas para hacer la medular dura como el granito, y el Betis se estrelló contra ese muro.
La sala de máquinas del Barcelona desconectó al ataque verdiblanco. Canales, Jesé y Lo Celso se quedaron aislados. Setién no encontró respuesta. Valverde ganó la partida.
El partido confirmó lo que muchos pedían, una alternativa al juego del Barcelona. El 4-4-2 resultó tan válido como el 4-3-3 habitual, ideal para hacer frente a equipos como el Betis, con una filosofía similar a la azulgrana.
Este nuevo Barcelona ya no sufre sin balón gracias al cuarto centrocampista. Sin embargo, en ese esquema Dembélé y Coutinho no tienen cabida. Parece que sólo podrá ser utilizado por exigencias del guión.
Incluir al brasileño o al francés en ese dibujo equivaldría a renunciar al cemento armado del centro del campo. Coutinho podría ocupar la posición de enganche, pero no es un jugador que brille precisamente por su trabajo sin balón. Y si quisiera meter a Dembélé, quizá fuera Messi el que terminase retrasando su posición. En ambos casos, sería más un 4-3-3 (o 4-3-1-2) que el 4-4-2 que vimos en el Villamarín.