La Juventus sigue siendo decepcionante. Cayó ante el Benevento, un rival inferior, y tuvo que firmar la paz contra el Torino, otro rival inferior, en la jornada 29 de la Serie A. Sin ideas, sin frescura y con bastantes problemas atrás, el conjunto 'bianconero' tira por la borda prácticamente todas sus opciones de pelear por el 'Scudetto'.
Contra los de Davide Nicola, se mostraron muy insistentes y casi nada resolutivos. Llegar una y otra vez se convirtió en el mejor arma de un equipo que, carente de chispa, era incapaz de plantarse con peligro ante la portería de Sirigu. Y más teniendo en cuenta la gran actuación de Bremer en defensa y del propio cancerbero bajo palos.
Su acierto contrastó con la impotencia de Morata y Cristiano Ronaldo. El español empezó mejor. Bien posicionado, casi siempre en una zona ideal para recibir balones, dejaba al luso en un segundo plano hasta que, con el avance del cronómetro, el físico del portugués rematando de cabeza todo centro que le mandaban se imponía.
Quien sí que brilló más consistentemente fue Chiesa. Mientras Kulusevski se veía arrastrado por la dinámica de Morata y Cristiano, él sí que hacía algo diferente cada vez que tenía el cuero en su poder. Controles orientados, pases al hueco o disparos desde donde podía mantenían en alerta a la zaga del Torino.
Suyo fue el primer gol del partido. Más listo, más rápido y más atento que nadie, corrió a por un esférico que Morata no se decidió a rematar en el área, esquivó a un rival y batió a Sirigu. Su tanto, que llegó tras varias buenas acciones defensivas de los locales, parecía el germen de una victoria cómoda.
Nada más lejos de la realidad. Conforme corría el tiempo, la Juventus se descosía atrás y Sanabria aprovechó todo hueco que encontró. La mayor tara del esquema de Pirlo residió en las segundas jugadas y en los centros. Todo balón que obligara a Chiellini o De Ligt a reaccionar rápido era motivo de alarma.
Y Sanabria la hizo sonar dos veces. Poco antes de la primera media hora de juego, cazó el rechace de un disparo que Szczesny no pudo desviar o atrapar y lo mandó a la red de cabeza. Nada más arrancar la segunda mitad, interceptó un pésimo pase atrás de Kulusevski y superó a Szczesny esta vez por su palo. No estuvo fino el cancerbero.
De ese gol en adelante, la Juventus fue generando sensaciones enfrentadas hasta obrar las tablas. Las malas, que el equipo era incapaz de ofrecer algo más que centros desde las bandas si no aparecía Chiesa para hacer algo distinto. Las buenas, que, al fin y al cabo, mereció el 2-2 -y hasta el 2-3 quizá- por el asedio que orquestó en el área de Sirigu.
Fallo del Torino permitirlo y acierto de Cristiano Ronaldo explotarlo. Con poco más de diez minutos de partido por delante, olió que un mal disparo de volea de Chiellini en un córner acabaría a la altura del segundo aplo, aguardó allí para recibirlo y lo envió a las mallas con la testa. Con suspense del VAR, pues, en un principio, se había anulado por fuera de juego, la diana se concedió.
Salvó así el portugués los muebles de una Juventus decepcionante. Decepcionante porque, tras caer en la Champions League, ha encadenado varias caídas ignominiosas en la Serie A y, si esta no fue una más, fue porque el grupo, eso sí, supo sufrir, ponerse el mono de trabajo y arrancar un punto que sabe mal, pero que atempera el sonrojo.