Cuarta victoria consecutiva para el Valladolid, que se ha convertido en un firme candidato a ocupar uno de los dos puestos de ascenso directo a Primera División. Frente al Burgos sufrió más de la cuenta, pero terminó ganando uno de esos partidos que te meten arriba.
Tras el esfuerzo de la Copa del Rey ante el Betis, que goleó en el José Zorrilla, el equipo de Pacheta volvía a su casa para mantener la buena dinámica y enfrentarla a la del Burgos, que acumula dos derrotas y un empate en las últimas tres jornadas.
Sin embargo, el conjunto de Julián Calero dio el do de pecho en su visita a Pucela, con las ideas claras y un sistema defensivo impecable durante casi todo el encuentro. La voz cantante la llevó el Valladolid, aunque con dificultades de cara a portería.
Alfonso Herrero intervino en momentos clave del primer tiempo, como un centro-chut envenenado de Roque Mesa y un disparo centrado del israelí Weissman, que no tuvo su tarde. Gonzalo Plata también intentó desequilibrar y fue de los mejores del equipo local.
Lo mejor del Valladolid, la intensidad en el mediocampo formado por Aguado y Roque Mesa, que sostuvieron la sala de máquinas para evitar, asimismo, las salidas en tromba de un Burgos peleón y al que le faltó un poco de mala uva en el área rival.
Apretó el Burgos en el inicio del segundo tiempo, con una buena opción de Guillermo desde la esquina del área. Y antes de ser sustituido, Gonzalo Plata obligó a Herrero a atajar un disparo peligroso. Posteriormente, entró el hombre del encuentro, Cristo González.
Weissman erró de nuevo en una ocasión clarísima y Pacheta agitó la coctelera con los cambios. En el 81' llegó la jugada clave: un posible penalti sobre Nacho, la jugada continuó y el cuero llegó a los pies de Cristo, que levantó la cabeza y puso el disparo en la misma escuadra burgalesa. Una obra de arte.
Riki Rodríguez amenazó con la mejor oportunidad para el empate en un chut desde la frontal y el Valladolid terminó rubricando una nueva victoria fundamental por el ascenso. El Burgos se quedó con la miel en los labios y el José Zorrilla estalló de alegría.