La afición del Almería lleva mucho tiempo dándole vueltas a lo mismo. ¿Es posible que un equipo que no ha ganado en toda la temporada le dé un vuelco a su situación en la segunda mitad del curso y acabe salvándose del descenso a Segunda División? Lo será si hay ingredientes para ello, pero al hincha 'indálico' le ha costado hallar alguno. Hasta ahora. Queda inaugurada la ilusión por el azúcar Romero.
La Unión Deportiva empató contra el Atlético de Madrid en la jornada 26 de la Liga. Lo logró gracias a un doblete antológico de Luka Romero. El argentino, que tan solo cuenta 19 años, era titular por primera vez desde que el Milan lo cedió al sur de España. Se erigió en la principal baza ofensiva de Gaizka Garitano, en ese animador que, desde prácticamente que arrancó el curso, no ha habido en ninguna linde del ataque del Power Horse Stadium.
Afincado en la banda derecha, se podría decir que convirtió la noche de Reinildo en una tarea constante de rompecabezas por el que le planteaba cada vez que le encaraba, pero no era solo al '23' del Cholo Simeone a quien retaba. Cualquier zaguero que le saliera al paso podía cruzarse con un eslalon, un caracoleo, una finta, un recorte, una arrancada, un amago, una bicicleta o cualquier otro recurso del variado maletín del '38'.
Un buen reflejo de cómo capitalizó las alternativas del Almería arriba es que, desde que, bien entrada la segunda mitad, tuvo que pedir el cambio al borde de la extenuación, los andaluces desaparecieron de las inmediaciones de la meta de Jan Oblak. Tan solo se personaron de nuevo sobre la bocina, en un tiro raso de Gonzalo Melero que llegó plácido a los guantes del guardameta visitante. Este habría agradecido que los tiros de Luka hubieran sido tan fáciles de detener como el del ex del Levante o alguno con el que Embarba intentó desafiarle.
Antes del festival del ex de la Lazio, conviene tener en cuenta un aspecto que ensalza aún más su sobresaliente rendimiento: hizo que su equipo reaccionara a ir por detrás ante uno de los mejores conjuntos de Primera División. En el minuto 2, cuando habían pasado tan solo uno y 11 segundos, Ángel Correa inauguró el marcador a pase de Reinildo en un desbarajuste defensivo 'indálico' que retrató la mala praxis que se sufre desde que inició la campaña.
El de Mozambique arrancó desde el costado izquierdo, se fue de Marc Pubill con un túnel de depurada calidad, esprintó para ganar metros, dispuso la pelota frente a un Édgar cuyo arrojo no casó con su precisión y encontró un remate de primeras del argentino ante el que Luís Maximiano no podía hacer nada. Más adelante, el luso, aunque opacado por Romero, llevaría a cabo algunas acciones de mérito para que el Atlético de Madrid no ganara el partido.
La diana parecía el fin del encuentro para la Unión Deportiva, que fue descubriendo, con el paso del tiempo, que Luka hacía mejor a todo compañero que le rondaba y que, ya por sí solo, componía un problema grave para el sistema del Cholo Simeone. Brilló especialmente su sociedad con Pubill, que vivió un día de disparidad en su actuación: dejó demasiados huecos a su espalda, pero funcionó bien cuando le tocaba asumir un perfil ofensivo y avanzar adentrado en el campo contrario.
De uno de los tuya-mía entre ellos nació el gol del empate, un zapatazo del prestado por el Milan a la media vuelta desde la frontal. Rodeado de 'colchoneros', encontró el hueco para mantener la pelota entre las piernas, levantar la cabeza sin perder su propiedad, detectar adónde tenía que enviarla y sorprender a Oblak con el efecto justo para que el cuero conociera el césped en ese bote tan odiado por los cancerberos para canjear el 1-1.
Espoleados por esta acción, los almerienses mostraron una mejora atrás que no había sido posible de no ser por la relajación de los madrileños. Después del 1-0, bajaron los brazos, una actitud que su entrenador reprochó varias veces desde la banda, temiéndose lo peor conforme su escuadra iba pasando de un comienzo intenso a ir permitiendo que los anfitriones conquistaran terreno. Samu Lino y Reinildo, aprovechando el carril zurdo, y Memphis Depay concentraron la mayoría del tímido empuje de este periodo más decelerado.
La expedición del Cívitas Metropolitano tan solo volvió a dominar como en los compases iniciales cuando Luka Romero ya estaba fuera del campo. Antes, logró ponerse por delante de nuevo gracias a una buena interpretación de Reinildo de que Pubill estaba yéndose demasiado arriba sin asegurarse de que algún compañero le diera el relevo en el lateral derecho. Para lanzar una contra, envío el balón allí, donde le esperaba Rodrigo de Paul para conducir, encarar a Radovanovic y sonreír al ver que el tiro con el que quiso acabar la jugada, que iba bien, fue mejor al tocar en la pierna de su rival. Se envenenó e hizo inútil la estirada de Luís Maximiano para tratar de detenerlo.
Se podría decir, sin contexto, que el Atleti volvió a calmarse demasiado después de esta diana, pero Luka no dio tiempo siquiera a entrever bien cómo se desarrollaba el partido tras el 1-2 porque, a los 7 minutos, ya había empatado de nuevo. Lo hizo haciendo de Viera su socio esta vez, con una pared para romper hacia la espalda de la zaga 'colchonera' y, privado de demasiado ángulo frente a Oblak, chutando arriba con el exterior de la bota. Fue un golazo.
Sin él, se apagó casi absolutamente el poderío de ataque del Almería, con lo que quedó el espacio perfecto para que los de la capital apretaran en las postrimerías en búsqueda del triunfo. No ocurrió por una gran parada en dos tiempos de Maximiano, que rebañó un tiro cercano de Morata con el pie izquierdo y lo palmeó al ver que le quedaba en el aire, y por un fallo del delantero, que, en un lío entre Pubill y Chumi, se vio solo para definir de volea ante el portugués y mandó el balón al cielo.
Curiosamente, aunque la dinámica fuera esta, de dominio por parte de los de Simeone, los de Garitano también dispusieron de una oportunidad clara de ganar en el tiempo de descuento. Gonzalo Melero, que había entrado desde el banquillo, gozó de una ocasión en el corazón de la caja de Oblak que desperdició al chutar un esférico demasiado manso para el guardameta. Tan solo un ingrediente iba a indigestar su noche y llevaba un rato en el banquillo.