Este Arsenal ya es doctor. El proyecto de Mikel Arteta, que ha lanzado de nuevo a los 'gunners' tanto a nivel nacional como europeo, escribió su tesis en la noche de este martes, cuando accedió a los cuartos de final de la Champions League por primera vez en 14 años. Su comparecencia más reciente data de 2010 y le enfrentó al Barcelona. Aparece de nuevo entre los ocho mejores equipos del Viejo Continente a costa de un Oporto luchador que cayó con honor.
Ya de entrada, antes de la ida, los pronósticos apuntaban a que el sorteo había sido benigno con los 'gunners'. El análisis era correcto, pero no será jamás capaz de predecir el futuro. En Portugal, los de Sérgio Conceiçao se hicieron con la victoria por la mínima con un golazo de Galeno en el tiempo de descuento. El técnico planteó un cara a cara embotellado para el poderío ofensivo de los ingleses, repitió la apuesta en la vuelta y, gracias a este "no" al conservadurismo, tuteó a su rival de principio a fin.
Sería una afrenta a los 'dragones' no tenerles en cuenta como un contrincante complicado en la escena internacional. Venían de endosarle una 'manita' al Benfica en su 'Clásico' doméstico y acumulaban varias semanas sin conocer la derrota. El caso es que los defensores del Emirates Stadium están a tal grado de forma que se antojaba difícil no ponerles la etiqueta de favoritos de cara a este duelo. De ahí que, en derredor del estadio 'cañonero', las esperanzas de remontada estuvieran especiadas de cierta seguridad. Tenía que pasar.
Al final, tocó acudir a la prórroga y a los lanzamientos de penalti porque el Oporto compitió y mantuvo siempre sus opciones no ya de pasar de ronda, sino de hacerlo ganando el partido. Lo evidenciaron la confianza de su pizarra en la presión alta, que obligó a David Raya a hacer las de tercer central, esa habilidad por la que ha dejado atrás a Aaron Ramsdale en la disputa por la titularidad, y el arrojo de sus jugadores, que no atacaban con el rabillo del ojo apuntando a su espalda.
Este comportamiento se hacía mucho más llevadero con Pepe como mariscal de la línea de atrás. El central, con 41 años, se convirtió en el futbolista de campo más veterano de la Champions League y no cometió un solo error, al menos de bulto. Estuvo inteligente en la intercepción, bien medido al despejar centros procedentes de las bandas y lleno de criterio para meter el pie solo cuando fuera necesario. Su experiencia podría añadirse al escudo de su equipo.
El principal escollo para mantener sin agujeros la portería de su compañero Diogo Costa se presentó en la figura de Martin Odegaard, que ofreció otra exhibición de manejo de un centro del campo de élite. Cada pelota que pasaba por sus pies adquiría un grado extra de peligro. Controles orientados, a la media vuelta, conducciones giros bruscos en la media luna para detectar desmarques y distribuir a quienes los trazaban, algún que otro detalle en forma de túnel... Siempre aportaba algo diferente.
El noruego, de hecho, llegó a marcar un gol que habría sido el de la remontada. En la génesis de la diana, Havertz persiguió un cuero en largo, forcejeó con Pepe y le tiró al suelo. Como el árbitro interpretó que su manera de agarrar de la camiseta al luso fue el principal motivo por el que se cayó de espaldas, resolvió falta en favor de los portugueses, cuyo guardameta había salido en falso y no estaba en posición de parada.
Para entonces, el marcador ya estaba en 1-0. Leandro Trossard se había encargado de abrir la lata poco antes del descanso. Como no podía ser de otra manera, Odegaard lanzó la jugada al recibir un mal despeje de Wendell previo pase en largo de William Saliba. Bailó a un par de rivales, con lo que ganó unas décimas de segundo claves para pensar, y facilitó el esférico a la espalda de la defensa para que el belga remachara a placer al palo largo.
Acudir a la fluidez que garantizaba el ex del Real Madrid era una obligación para el Arsenal. Bukayo Saka, insistente, se topó con un Wendell correcto que, si bien no pudo taponar todas sus intentonas, redujo bastante sus prestaciones. Aun así, el '7' dibujó diagonales, internadas y disparos suficientes para haber justificado su presencia en el electrónico. En su mejor ocasión, Diogo Costa respondió con una buena mano abajo, si bien el chut iba muy centrado.
En el otro extremo del terreno de juego, David Raya se encargó de resolver las llegadas de más colmillo por parte del Oporto, ya fueran centros demasiado cerrados o tiros a bocajarro. Su momento de mayor brillo antes de los penaltis fue, quizá, una mano providencial a un zapatazo de Evanilson a la media vuelta. Hubo tramos en los que los 'gunners' sufrieron atrás y, de no ser por él, puede que los 'dragones' hubieran incendiado el Emirates.
La consagración del partidazo del cancerbero español tuvo que esperar a los lanzamientos desde los once metros, necesarios porque, si bien el encuentro fue entretenido, competido y dio motivos de sobra para dejar las uñas de los espectadores sin blanco, también contó con varios periodos de embotellamiento. Los impulsaba, sobre todo, la visita, que enturbiaba la convicción inglesa de querer dominar la posesión y el 'tempo'.
Con tantos ratos de cemento futbolístico, el reloj corrió rápido al 120', tras el que el Arsenal canjeó esa vitola de favorito que le llevaba acompañando desde el sorteo. Odegaard, Havertz, Saka y Declan Rice anotaron con maestría en sus turnos, al igual que Pepê y Marko Grujic, pero Wendell y Galeno no pudieron con David Raya. Yema de los dedos al ángulo inferior zurdo -desde su vista- y manopla para la galería a media altura del mismo lado mediante, selló el boleto a los cuartos de final.