Oigan a Sancet

Lo reconoció en el prepartido. Ernesto Valverde, después del duro desplazamiento a Glasgow para medirse al Rangers en la ida de cuartos de final de la Europa League, velaba por una noche tranquila en la Liga. Se enfrentaba al Rayo Vallecano de Íñigo Pérez, varios escalones por debajo en lo clasificatorio, por la jornada 31 doméstica. Dotó a su alineación de rotaciones para potenciar su recuperación y, al final, tuvo que recurrir a los mejores para ganar. Lo hizo por 3-1.
El encuentro estuvo condicionado por dos errores de bulto que se tradujeron en sendos penaltis. El primero corrió de la cuenta de Dani Vivian. Poco antes del descanso, se lanzó a por Álvaro García para evitar que remachara, de volea, un balón botado en el área. Aunque el atacante de la franja ya había fallado, el central le raspó el muslo con los tacos. El colegiado no se percató en la instancia inicial, pero, aconsejado por la sala VOR, visitó el monitor.
Mucho más adelante, repetiría este desfile con el Pacha Espino y Maroan Sannadi como protagonistas. El lateral agarró al delantero cuando se desmarcaba en la caja de Augusto Batalla y todavía no había ni siquiera un conato de centro peligroso. El juez, que tampoco se dio cuenta de lo acaecido al principio, precisó de algunos ángulos de la cámara para sancionarlo con pena máxima. Tanto la descrita en el párrafo anterior como esta terminaron en gol, aunque de manera diferente.
El 0-1, obra de Pathé Ciss, nació del rechace del lanzamiento original, del que se había encargado Pedro Díaz. Unai Simón adivinó que quería batirle a su derecha y se lanzó sobre el cuero, que le llovió al pivote para un zurdazo sin complicaciones. Este acierto abrillantó aún más su actuación, que ya estaba siendo destacable en la parcela defensiva. El guardameta de la Selección Española, cargado de razón, abroncó a sus compañeros por permitir este golpeo.
El 1-1, válido en la cuenta de Oihan Sancet, no necesitó de rebotes. El 'Lince' partía desde el banquillo y había entrado como parte del abanico de revulsivos de Ernesto Valverde para corregir su apuesta inicial. Seleccionó el mismo espacio que Díaz en su turno previo, aunque sí que se escapó de la premonición de Batalla. En su celebración, se tapó los oídos como queriendo dejar de escuchar a aquellos que conjeturan con sus postreras suplencias. Poco después, les calló del todo con un golazo por la escuadra que selló el luminoso.
Entremedias, eso sí, Nico Williams reivindicó su espacio bajo los focos con una acción diferencial. El empate campaba en el marcador cuando sacó un córner en corto, Íñigo Ruiz de Galarreta se lo devolvió y, con un latigazo de izquierdas al palo largo, superó a Batalla. El portero estaba destacando por achicar aguas en su área y por alguna que otra pérdida de tiempo que, aunque hartó a San Mamés, responde a ese juego subterráneo que todo técnico gusta de tener en sus filas.
Los titulares que el Athletic había dejado en segundo plano terminaron por cosechar los tres puntos, lo que habla bien de la presentación del Rayo Vallecano. Íñigo Pérez quería aprovechar la presión alta de los 'leones' para enviar balones a su espalda y ordenó a los suyos chutar siempre que les fuera posible. Gracias a estas instrucciones, hubo muchos tramos del partido en los que, aunque la posesión perteneciera a los anfitriones, las oportunidades engordaban la buchaca opuesta.
Este relato se sostuvo mucho más tiempo que el que la diferencia de calidad entre las dos plantillas debería explicar, pero aquel error del Pacha Espino con su agarrón a Maroan destapó el tarro de incienso de La Catedral. Desde el 1-1, flotaba en Bilbao la sensación de que la remontada estaba cantada. Solo había que esperar a que cayera como fruta madura. Ocurría algo parecido con Oihan Sancet. Solo había que tachar algunas fechas del calendario para verle de nuevo teniendo su día.