Un partido de más de 100 minutos de duración resuelto con una mano procedente de un rechace a centímetros del brazo del infractor. La peor pesadilla de los aficionados se produjo en la visita del Villarreal al Athletic por la jornada 31 de Primera División. Los 'groguets' merecieron el punto que cosecharon por su capacidad para hundir a los 'leones' en su propio área a pesar de estar con un jugador menos desde el comienzo de la segunda mitad.
El problema no estuvo, pues, en el qué, sino en el cómo. El reparto se decidió por un penalti de Yuri Berchiche en el tiempo de descuento. Al lanzarse con los pies por delante para bloquear un tiro a bocajarro de Álex Baena, elevó la extremidad punible como movimiento natural de su cuerpo. El caso es que la pelota dio en su muslo, en el pie de su rival y, entonces, en la sección más alta de su codo.
El árbitro, Guillermo Cuadra Fernández, interpretó que estaba interrumpiendo la trayectoria del esférico agrandando antinaturalmente su posición, así que, aconsejado por el VAR y revisión en monitor mediante, concedió pena máxima para los de Marcelino García Toral. Después de que el autor de la falta la emprendiera a golpes con el techo del banquillo y a gritos con los jueces, el capitán visitante resolvió el disparo con un zapatazo colocado a la escuadra e imparable para Unai Simón.
La forma en que el Villarreal empató el partido no será justa para muchos por nacer de este lanzamiento desde los once metros. En lo que es bastante más probable que haya 'quórum' es en que lo fue por el ejercicio de acoso y derribo en los compases finales que el 'submarino amarillo' realizó con diez futbolistas sobre el terreno de juego. Los visitantes llevaban un rato llamando a la puerta local y echarla abajo era una consecuencia comprensible de su esfuerzo.
Además, se hizo más meritoria porque, desde el 46', el equipo estaba en inferioridad numérica por un pisotón de Santi Comesaña a Beñat Prados. En la primera parte, el ex del Rayo Vallecano ya había sido amonestado por llevarse a Yuri por delante con una segada en forma de tijeras. Más adelante, llegó tarde a una porfía con el '24', al que pisó de manera parecida en que justamente la víctima de este lance había torpedeado a Álex Baena en los primeros minutos para cometer un penalti en favor de los amarillos.
Corría el 10' en el cronómetro cuando el '16' se asociaba con Gerard Moreno hacia la media luna de la frontal de Jörgensen y recibía una tarascada que, como la que acabaría decidiendo el partido, invitó a Cuadra Fernández a ir al monitor. El juez vio al centrocampista de Ernesto Valverde clavarle los tacos a su par, así que no lo dudó. Sí que lo hizo Gerard, que, al querer ajustar mucho su golpeo, le dio a la madera diestra de Unai Simón. Aprovechó el rechace, eso sí, aunque era estéril porque, si la bola le vuelve directa de la madera, no puede ser él quien remache la acción. Es la regla.
El Villarreal dejó escapar así una oportunidad crucial en un partido en el que su presentación fue buena. De hecho, el comienzo estuvo marcado por su gran carta de saludo en un toma y daca entretenido carente de centro del campo y con mucha diversión a pesar del 'cerocerazo' imperante. El Athletic rompió poco a poco esta dinámica gracias a las galopadas de Nico Williams a siniestra con siniestros recortes, cambios de velocidad y eslálones que obligaron a Kiko Femenía a cometer alguna falta.
En este tipo de cruces, se antojó especialmente atinado Alberto Moreno, escasas veces superado. Llevó a cabo una de las acciones más limpias de la cita cuando, en el arranque de una contra en la que Nico logró plantarse en la frontal, apareció por detrás para quitarle la pelota de los pies con un taconazo en plena entrada que aunó precisión con arrojo. El pequeño de los Williams, con 'sprints' como este, contrastaría con su hermano Iñaki, falto de soluciones en demasiadas de las ocasiones en que condujo la posesión por su banda. Él mismo se mostró bastante frustrado consigo en el campo, aunque también con el colegiado por una tarjeta amarilla que vio por chocar con Yerson Mosquera, otro de los hombres en forma de la zaga de Marcelino.
Ningún eslabón de la línea de atrás de La Cerámica, eso sí, pudo ver venir a Oihan Sancet en segunda ola para el gol que abrió la lata, que fue de bellísima factura y que ha quedado algo enterrado por la polémica del final, pero que debería verse en bucle. Ernesto Valverde acertó introduciendo a Ander Herrera para que desplegara una lluvia de envíos bombeados a la caja de Jörgensen y, en uno de ellos, Guruzeta dejó de cara, con la testa, para el '8', que, sin dejarlo caer, voleó con el empeine de la diestra y sorprendió al portero.
Su tanto parecía la antesala de una continuación de las fiestas de la gabarra. También había anotado en la final de la Copa del Rey para forzar la prórroga y se había proclamado así el capitán de la embarcación, que esperaba cerrar una semana fantástica en casa y que terminó por acoger a la tripulación que más temen los aficionados de la Liga Española. Navío con más de 100 minutos de eslora y un penalti dudoso a babor.