3 de julio. 2019. El Atlético de Madrid acuerda pagar 127 millones de euros al Benfica para fichar a Joao Félix. 3 de diciembre. 2023. El Barcelona vence a los 'colchoneros' en un duelo directo por la 3ª plaza de Liga, en la jornada 15 del campeonato, con un gol del portugués. 4 años y medio han dado para un reguero de decepciones y de conatos de justificación de unas cifras que, en los presupuestos del Cívitas Metropolitano, no solo no han encontrado aún amortización deportiva, sino que se ven como monedas de plata.
La actuación del portugués en la visita de los del Cholo Simeone va más allá de la calidad deportiva o del nivel individual. Estaba inspirado, motivado. Lleva mucho tiempo aguantando críticas por parte de los aficionados rojiblancos, que no comprenden su apatía en la capital y su negativa a entender que debía asumir un rol más sacrificado en los esquemas de su otrora técnico. El estratega ha pasado, en cuestión de algunas campañas, de decirle lo que hacer a quejarse al árbitro de sus simulaciones en la Ciudad Condal.
El luso, que anotó el tanto del triunfo, no solo se supo clave por ello, sino por un desparrame personal que es, poéticamente, ese tipo de desgaste que se le pedía que llevara a cabo cuando vestía de rojiblanco. Asumió labores defensivas, estuvo activo en la presión alta que siempre organiza Xavi Hernández, inteligente para aprovechar cuando sus rivales se dejaban llevar por los nervios y llegaban tarde a los contrabalones y eléctrico en el control orientado.
Su coronación llegó poco antes de la media hora inicial, cuando recibió la pelota de Raphinha a un costado del área de Jan Oblak. Se fue de Nahuel Molina con un toque veloz y se plantó ante un guardameta al que batió con una picadita. Mientras la pelota todavía se afanaba en botar para acomodarse entre los cuadrados de las redes del Atlético, él se subía a la valla publicitaria del fondo para extender los brazos y confirmar un secreto a voces: sí, lo iba a celebrar.
Era su segunda diana de la campaña. Eligió el momento ideal para volver a emerger como 'killer' porque Robert Lewandowski, que ya estuvo ausente contra el Oporto en la Champions League, volvió a preocupar en la vuelta a los quehaceres domésticos. Perdido en el entramado defensivo visitante, ni conectó esos remates imposibles que le caracterizaban en el Bayern de Múnich ni aportó esas definiciones inapelables que siempre le han diferenciado.
Sí que funcionaron, en el Barcelona, las bandas, y no solo por Félix, sino por un Raphinha notable que se entendió, a las mil maravillas, con Jules Koundé en la primera parte. El francés iba a hacer de central en principio, pero unas molestias físicas de Íñigo Martínez llevaron a Ronald Araujo a ser la pareja de baile de Andreas Christensen para contar con un perfil algo más físico delante de Iñaki Peña. Así, el galo se centró en el carril.
En los 45 minutos iniciales, el combinado del Cholo se descosió por las bandas y, si bien disfrutó de sus propias oportunidades, soportó muchas más que las que generaba. Es por esa falta de lucidez de 'Lewy' que el elenco azulgrana no terminaba de encauzar sus ocasiones. De haberlas aprovechado antes, el tanto podría haber sido más tempranero, aunque puede que el destino tuviera decidido que la 'ley del ex', tan socorrida en esto del fútbol, tenía que cumplirse.
Más adelante, el Atleti mejoró, pero tuvo que esperar a las postrimerías del partido para disponer de sus mejores opciones de empate. Un tiro de falta de Memphis Depay, otro ex 'culé' que no entró en tantas portadas porque no pasa por su momento más mediático, se constituyó en el "uy" más "uy" de los varios que hubo en la meta local. Iñaki Peña la resolvió con una 'palomita' antológica, el apoyo del palo y el de Ter Stegen, que le aplaudió desde la grada.
En el descuento, repetiría la operación ante Ángel Correa en uno de los distintos tiros que surgieron del correcalles en que se convirtieron los minutos finales. Se quedó plantado, abrió los brazos y repelió el cuero. Esta vez, su homólogo germano ni siquiera levantó las manos para agasajarle: se limitó a asentir en gesto de orgullo. Es meritorio que, en tan solo unas pocas actuaciones, haya estado a la altura de su homólogo y de la enorme exigencia a la que se enfrenta el Barcelona en este periodo de la temporada.
Entre su protagonismo y el de Félix, quizá se hable menos de lo que se debería de que, igual que era cierto que Xavi no estaba consiguiendo que sus ideas funcionaran en las postreras semanas, sí que logró, en esta ocasión, rebasar a su rival tácticamente. La presión alta, marca de la casa, funcionó y a los suyos tan solo les quedó el debe de siempre, el de relajarse cuando parece que los deberes ya están hechos. Hechos quedan, pensará él.
El Barça es otro con Pedri
No es posible analizar la mejoría del Barcelona sin contar con la figura de Pedri González. Ya ha vuelto a atesorar el ritmo competitivo que necesitaba para rendir como lo que es, el metrónomo del centro del campo de su equipo. Combinando sus apurados controles de pelota y su criterio en el pase con Frenkie de Jong e Ilkay Gündogan, compone una de las patas de uno de los centros del campo más lujosos del planeta.
En la visita atlética, concentró de nuevo la atención de sus rivales para generar superioridades en otras zonas del campo, detectó como acostumbra a sus compañeros libres de marca y le imprimió a la zona de tres cuartos esa velocidad necesaria para que elementos como Joao Félix saquen a relucir sus mejores habilidades. No se comprende que él o su compatriota Cancelo se muevan con tal soltura sin esta garantía en la medular.
Si el ex de Las Palmas respondió a la perfección a lo que Xavi necesitaba, le ocurrió lo contrario al Cholo Simeone, cuyas mejores piezas no terminaron de fluctuar. Griezmann fue quien más remó junto a un Morata desaparecido al que Memphis mejoró prácticamente desde el momento en que pisó el césped. Con un tiro de falta y algunos lanzamientos de contras, puso contra las cuerdas a Montjuïc. La victoria peligró.
De repetir el partido, quizás el estratega 'colchonero' introduciría directamente al neerlandés en el descanso, cuando se cuidó de que sus pupilos amonestados vieran segundas amarillas y tampoco lo resolvió del todo porque uno de los elegidos, Azpilicueta, entró pasado de revoluciones y tardó 2 minutos en ver la cartulina. No salió esta idea y no salió prácticamente ninguna. Era el día de Joao Félix e Iñaki Peña con Pedri manejando los hilos al fondo.