El seductor tridente de la Champions

Ganar la Champions es una cadena que de poco sirve si el último esbalón falla. Sin embargo, este Barcelona continúa seduciendo al trofeo y poniendo rumbo a recuperar la gloria europea. Al Borussia Dortmund lo apabulló con suficiencia y autoridad. Liderado por un tridente aboslutamente demoledor. Lamine Yamal, desquilibrando continuamente; Lewandowski, con puño de acero, y Raphinha, al que todo le sale bien, pusieron al equipo en la puerta de embarque de las semifinales.
No fue otra función antológica desde lo estético, sí desde la exuberancia de recursos. La inercia de un equipo que ha encontrado el poso, la confianza y la capacidad de definición que hacen falta para ser serio candidato a ganar a la orejona dejó una primera parte plácida. La ley de la gravedad, la que orbita en torno al demoledor ataque de Flick, hizo que la eliminatoria quedara resuelta salvo debacle inimaginable a día de hoy.
Hubo dos tormentas tropicales, en los primeros 10 minutos y en torno a la hora de juego, para dar tormento al Borussia Dortmund y recordarle que en esa versión el Barça se muestra imparable esta temporada. Con los alemanes sin alma (aunque suene rara la expresión) y deshilachados en defensa, entre Lewandowski y Lamine Yamal redondearon una goleada que jalona a los de Flick como uno de los grandes favoritos al título.
Hace solo unos meses, Raphinha veía montajes de Nico Williams con su dorsal 11 en el Barcelona. El capricho de Laporta en la Eurocopa, para que Lamine Yamal jugara en el patio de casa con su mejor amigo, fue un fracaso más de la gestión deportivo-económica. El ridículo, en cambio, regó la rabia del brasileño. De la mano del método Flick, Raphinha es ahora firme candidato al Balón de Oro. Porque la Champions orbita en torno a sus botas.
Máximo goleador (12) y máximo asistente (7) del mejor torneo de clubes del mundo. No se puede afirmar algo así desde Leo Messi, palabras mayores. Pero no es que esté iluminado el de Porto Alegre, es que es el foco del Barcelona cuando se enfunda el traje de Champions. Si el cuadro azulgrana ha caído de pie en esta edición, es Raphinha quien le lleva a hombros.
Gol y dos asistencias en un partido de cuartos de final. Dos muescas más para llegar a 19 tantos generados en 11 encuentros. Y con el santo de cara. Cuando en directo todo hacía indicar que se había pasado de hambre al empujar en fuera de juego un remate de Pau Cubarsí que ya entraba, el VAR confirmó que estaba habilitado. Y cuando un centro acolchado de Lamine Yamal pedía remate de cabeza, lo envolvió en papel de regalo para Lewandowski. En el tramo final también le permitió a Lamine Yamal marcar y evitarle esa cara de enfado por no marcar aun en noches en que se exhibe.
28 partidos ante el Borussia Dortmund y 29 goles. No es la ley del ex, es el que proclama dicha ley. Para que polaco y brasileño sean los máximos anotadores de esta edición. Esta versión viejoven de Lewandowski sorprende. Tan pronto parece torpe en sus movimientos o en la resolución de una jugada como elegante y plástico para definir en otras. Un cabezazo amortiguado para el 2-0, un misil para el 3-0. Y el robo en la acción del cuarto, porque no deja de fajarse con un cuerpo que sigue sin hacerle caso a su DNI.
Bensebaini acabó el partido pidiendo una caja de analgésicos ante las dotes de prestidigitador del extremo en cada acción. El defensor del Borussia Dortmund estará en la lista de los muchísimos laterales que habrán naufragado ante Lamine Yamal el día que se retire. Pero ahora, que aún es menor de edad, ya marca el curso de los sueños de la afición azulgrana.
Aunque tuvo la recompensa del gol, aun no habiéndolo logrado se habría marchado a casa con un partido maravilloso. Eléctrico y decisivo en cada regate, clarividente casi siempre. Y también doblemente preasistente. La asistencia de Raphinha a Lewandowski vino con una de esas jugadas suyas plagadas de convicción y determinación en el pase, luego en una contra voraz en la que dejó a Fermín con todo el pasillo para dar el último pase al polaco.
Un tridente para soñar en una noche en que el Barcelona fue un rodillo frente a un rival apocado que, aunque con Guirassy tuvo un par de momentos para reengancharse, hincó la rodilla y tendrá que invocar un muro y un milagro amarillos si quiere siquiera tener la honra de pelear estos cuartos de final ya vistos para sentencia.