¿Era necesaria tal crueldad? Es una pregunta que rondará la cabeza del aficionado del Barcelona tras la noche de este martes. El Paris Saint-Germain eliminó a su equipo remontando el 2-3 del Parque de los Príncipes con un 1-4 que, más que contar una historia de superioridad por parte de los franceses, recogió todas y cada una de las pesadillas que temía Montjuïc en la antesala del que tenía que ser el segundo gran partido de la 'era Xavi' en Europa.
Ronald Araujo lleva temporadas siendo una pieza fundamental para el primer plantel. Es un líder para el vestuario y rara vez se equivoca. Su contundencia, esta vez, le jugó una mala pasada. Al ver que Bradley Barcola se le escapaba con un 'sprint' y con 1-0 en favor catalán en el marcador, se le cruzó con el brazo extendido y le desequilibró en la frontera del área. El colegiado, al considerar que el extremo se iba solo ante Ter Stegen, expulsó al defensa.
Ousmane Dembélé, por su pasado sinuoso en la Ciudad Condal -lesiones, una versión ideal que tan solo apareció a cuentagotas...-, compuso especial morbo en la ida y lo hizo de nuevo en la vuelta. Un gol suyo estaba en la lista de escenarios que el hincha local quería alejar y también sucedió. Se encargó de la primera piedra de una remontada que se cuajó en un lapso de 7 minutos a lo largo de la segunda mitad.
Otro temor del Barcelona era que apareciera Kylian Mbappé, cosa que, asimismo, sucedió con un doblete que sentenció la eliminatoria. La actuación del '7' no fue especialmente brillante en tanto que Dembélé destelló mucho más por sus constantes cambios de ritmo por la banda derecha mientras, en el otro extremo del campo, Barcola presentaba una amenaza que la defensa acabó por no ser capaz de controlar.
El funcionamiento de esta propuesta ofensiva por parte de Luis Enrique detonó principalmente por el ejercicio de acoso y derribo al que se vio sometida la línea de atrás de Xavi. Joao Cancelo y Jules Koundé protagonizaron varios momentos de mucha precisión al corte, pero, con el correr del cronómetro, las internadas del PSG se hacían tan grandes en cantidad que rebasaban el esfuerzo de la zaga, sobre todo después de quedarse esta con una menos.
Xavi Hernández, para compensarlo, se vio obligado a retirar del campo a Lamine Yamal, uno de sus hombres más desequilibrantes, por Íñigo Martínez. Puede parecer, en principio, un error retirar del verde al canterano, pero es comprensible que el estratega quisiera mantener a un Raphinha en forma en estos cuartos de final. De hecho, destacó por su despliegue físico y su colmillo. No dejó de correr ni con más de 80' de cansancio en sus botas y mordió hasta con un intento de gol olímpico en las postrimerías del partido.
Suyo fue el tanto con el que el Barcelona se puso por delante antes del primer cuarto de hora. Yamal rompía a Nuno Mendes partiendo pegado a la línea de cal antes de disponer un envío a un metro de Donnarumma y Achraf que su compañero remató con la espinilla. Ni el marroquí se posicionó de manera óptima para evitar el tiro ni el italiano reaccionó, si bien esto era, en parte, lógico porque el golpeo era a bocajarro, así que la apertura de la lata se hizo efectiva.
Para que la expedición del Parque de los Príncipes respondiera, hizo falta invertir 11' en una superioridad numérica que arrojó sus frutos con un centro de Barcola al segundo palo. Pau Cubarsí, que había anotado bien la matrícula de Mbappé en los compases iniciales, despejó al aire y facilitó así la llegada de Ousmane en derredor del segundo palo, sede de un zurriagazo hacia arriba ante el que Ter Stegen no pudo hacer nada.
Su manera de contactar con la pelota fue parecida a la de Vitinha ya en el segundo acto, cuando recibió la posesión en la frontal de un córner puesto en movimiento en corto. Falto de efectivos, los azulgranas permitieron que el portugués alargara su control ante un Frenkie que llegó tarde y un Lewandowski que no logró taponar demasiado frente a un chut colocado que se canjeó por el 1-2. En un lapso de 7', Xavi sería expulsado con tarjeta roja directa y los galos remontarían.
La diana que puso por delante a los de 'Lucho' nació de una de tantas acciones ofensivas de Dembélé. El '10' gestionaba el cuero a un lado de la caja 'culé' cuando vio, por el rabillo del ojo, que Joao Cancelo iba con todo para segar el balón de sus pies. Entonces, torció a la derecha, puso la bota entre el esférico y el portugués y cayó en cuanto este impactó con él. El árbitro apenas se lo pensó y Mbappé, desde los once metros, materializó con un lanzamiento potente a media altura hacia su izquierda.
Entre medias, el Barça se había quedado sin su técnico por una de las airadas protestas que ya le han llevado al túnel de vestuarios antes de tiempo en el pasado. El egarense saltó, llevó los brazos al cielo, vociferó alguna palabrota y le pegó una patada a lo que tenía más cerca, una de las colchonetas que amortiguan potenciales choques de los jugadores o la pelota con las cámaras a pie de campo, así que el juez le encaminó a dejar a su hermano Óscar al mando.
Antes de este carrusel de eventos, el cuerpo técnico visitante había acertado al ordenar una segunda parte de calma, de aprovechamiento de la inferioridad numérica contraria para, en lugar de permitir un ritmo acelerado, ir hundiendo poco a poco, en su caja, a los azulgranas. Así, las ocasiones iban naciendo por naturaleza y los anfitriones tan solo dieron un paso al frente a nivel ofensivo cuando ya se veían por detrás.
Esto no quiere decir que no contaran con oportunidades. De hecho, es meritorio que, a pesar de estar con diez jugadores en el césped, forzar la prórroga pudiera haberse dado perfectamente con algunos tiros de Lewandowski que bien detuvo Donnarumma o bien achicó Marquinhos. Es notoria la actuación del brasileño en las cercanías del pitido final: obstruyó un chut del polaco y, en una bola que quedaba muerta tras una mano de su portero, calculó el 'timing' perfecto para mandarla al cielo a centímetros de que Ferran Torres arribara a remachar.
Seguir opositando a un gol implicaba dejar huecos atrás que el PSG aprovechó para engordar el marcador. En una contra en el 89', Ter Stegen salvó un mano a mano con Mbappé con el pie derecho, reaccionó con los guantes ante una volea de Marco Asensio en la respuesta, a la hora de alejar el peligro, Koundé no detectó que Fermín estaba a su lado, le dio a él y, sin querer, 'asistió' a Kylian, que, ya con todo de cara, enjuagó el 1-4 definitivo.