El Middlesbrough y su masa de aficionados sufrieron, este martes por la noche, un mazazo más cruel de lo necesario en la vuelta de semifinales de la EFL Cup. Visitaban Stamford Bridge para tratar de hacer efectivo un 1-0 cosechado en la ida que daba esperanzas a los de Michael Carrick. En búsqueda de su primer acceso a la final de este campeonato desde 2004, encontró una derrota dura, pero justa, por 6-1. El global se cierra en 6-2.
Los cuatro primeros goles se produjeron en la primera mitad, un periodo fatídico para la visita. La efectividad de los 'blues', jamás vista a estos niveles a lo largo de la temporada, conectó a la perfección con un 'Boro' repleto de errores. Las segundas jugadas y la salida de pelota desde atrás fueron las patas de una remesa de equivocaciones que acabó con las opciones de una sorpresa en Londres. Jonathan Howson, en propia meta; Enzo Fernández; Axel Disasi; Cole Palmer, este por partida doble, y Noni Madueke se encargaron de marcar los tantos.
El ex del Manchester City, curiosamente, no había empezado bien el partido. Algunos errores desde los tres cuartos de campo dieron vida a los del Championship, que se crecieron hasta el punto de firmar unos primeros compases superiores a los de un equipo de Premier League. Esta buena imagen no se debió a los pases del '20' que se iban cortando, pero es una de las dinámicas que, en el arranque de la cita, le fueron bien al combinado rojo.
El escollo con el que se topó el Middlesbrough, ese que hizo que el Chelsea funcionara como debería haberlo hecho en la ida y que podría suponer un punto de inflexión esta temporada, es Ben Chilwell. Después de unos meses en el dique seco por una lesión en el tendón de la corva, Mauricio Pochettino le probó contra el Fulham la semana pasada para, en esta cita, apostar por él de inicio. Acertó: su pupilo causó estragos.
El orden defensivo al que recurrió Michael Carrick en casa bebió mucho de la falta de ideas de los 'blues' en fase ofensiva. Esto lo remedió el capitán, que es lateral, pero actuó como si de un interior o un mediapunta se tratase, con una libertad de movimientos que hizo que la línea de atrás del 'Boro' dudara entre romper sus eslabones para presionarle o quedarse donde estaba y arriesgarse a que controlara la pelota con espacios.
Chilwell no aparece en el marcador ni como goleador ni como asistente y, aun así, fue la lanzadera del triunfo de los suyos. De hecho, la primera piedra, clave porque se dio en un momento en el que los visitantes estaban venidos arriba, nació de sus botas. Con un pase en ese terreno de titubeo en el que sus rivales no tenían claro si acercarse a él o no, dispuso el balón a la espalda de todos, habilitó a Sterling y este alargó la jugada para Broja, que le pegó una patada en la pantorrilla a Howson en lugar de al esférico con la suerte de que la intercepción del '16' mandó el cuero a las mallas.
La misma operación se repitió para el 2-0, que surgió de una pared entre Sterling y Disasi por la derecha para hacer llegar la posesión, de nuevo, a Broja. El serbio volvió a quedarse con las ganas de anotar él y vio un rechace que facilitó una llegada de Enzo Fernández en segunda línea. El argentino interpretó a la perfección lo que le pedía la acción y, de un zapatazo con la diestra, no dio opción de parada a Tom Glover.
La conexión para el tercero llevó el mismo sello. Disasi cortó un pase del 'Boro' en la zona medular, esprintó, dibujó una asociación ideal con Sterling y se encargó él mismo de meterse, como una exhalación, en la caja contraria para remachar, usando la derecha, la asistencia que le dispuso su compañero. Más adelante, antes del descanso, Cole Palmer, que llevaba un rato mejorando sus prestaciones de los primeros compases, decoró su actuación robando la bola de un Balaser que se durmió al conectar con Hackney atrás y definiendo, amago de por medio, frente a un Glover vencido.
Todo lo que podía salir mal en la primera parte para los de Michael Carrick salió mal. Si Howson parecía despuntar al principio cortando algún tapón, acabó marcándose en propia meta. Si las combinaciones del grupo eran corales y permitían avanzar con pocos pases, se fueron haciendo más densas y trastabilladas. Si Hackney era uno de los grandes recursos de descaro para sortear defensas, se esfumó. Todo ello, regado con una cascada de goles en contra.
De hecho, se concentró tanto el relato del partido en los primeros 45 minutos que la segunda mitad careció de interés. Fue un trámite. Los de Pochettino engordaron su victoria con dos goles más -los firmaron Cole Palmer y Noni Madueke- y los rojos celebraron la diana del honor con un tiro ajustado de Morgan Rogers ya en los compases finales. Si Chilwell había desencadenado el 4-0 del primer acto, la crecida hasta el 6-1 fue responsabilidad de Conor Gallagher, a quien el técnico 'blue' introdujo entre jóvenes y que rompió las vestiduras de unos contrincantes ya desfondados.
Primero, se metió hasta la línea de fondo por la izquierda para asistir a Palmer, que esperaba paciente a exponer el interior de la bota diestra para que la pelota rebotara con ella y se alojara en las redes de Glover. Después, coló el balón entre varias líneas de defensas en fin de que Madueke, en uno de los muchos desmarques y 'sprints' que llevó a cabo, controlara, recortara y marcara. Si la efectividad sonríe, este Chelsea puede ser muy peligroso. Pero tiene que ganar confianza para ello. De ahí que la crueldad, innecesaria, pueda haber sido necesaria.