La capa de Puado es la bandera del Espanyol

Dos historias colisionaban en la tarde de este domingo en Barcelona. El Espanyol trataba de volver a Primera en la ocasión más cercana a su descenso, como ocurrió en 2021, y lo logró ante un Oviedo que contaba un relato distinto. La suya era la porfía de una entidad histórica que lleva prácticamente todo el siglo esperando su oportunidad en la recámara de la categoría de plata. Precedentes de tal enjundia precisan de héroes a la altura y Javi Puado decidió en esta ocasión.
El capitán 'perico' le dio la vuelta al 1-0 encajado en la ida, en el Carlos Tartiere, con un doblete en el balcón del descanso que sentencia la vuelta de los suyos a la élite. La primera parte había sido un soliloquio por parte de los de Manolo González, que secuestraron la pelota e impusieron un ritmo de juego dependiente de sus constantes acometidas sobre la meta de Leo Román. Los asturianos aguantaban, aunque con la sensación de que semejante ejercicio de resistencia no era viable durante más de 90 minutos.
Su muralla conoció agujeros de varias formas, pero la que abrió la grieta para abrir la lata fue un saque de esquina botado por Nico Melamed. El canterano dibujó una parábola de fuera adentro de la caja contraria que dio a su compañero el tiempo perfecto para cuerpear con Jaime Seoane y rematar la pelota a botepronto. No había más zagueros entre el punta y las redes, lo que condenó el esfuerzo visitante en los 44' que había engullido el cronómetro hasta entonces.
Bastaron un par de jugadas para que Puado repitiera la operación con el mismo tino en la definición, el propio de un 'killer'. Esta vez, eso sí, tuvo que trabajarse un poco menos la diana porque se la facilitó Pere Milla. El lateral amortiguó un envío llovido al área rival con el interior de la bota y permitió, así, que el '7' arribara con todo de cara para batir al guardameta contrario a bocajarro. Como en la acción anterior, no hubo margen para actuar por parte de los guantes.
En un par de minutos, el Espanyol había echado abajo una muralla que, si bien había presumido de firmeza, permitía que se vieran gotas de sudor fruto del nerviosismo: ¿iba a ser posible aguantar también en el segundo acto? Es, probablemente, la pregunta que muchos aficionados del Oviedo se hicieron con el ánimo de imaginar un descanso en el que las instrucciones de Luis Carrión encarrilaran la misión.
Ya antes del paso por los vestuarios, había quedado patente que la importancia de lo que había en juego propiciaría multitud de interrupciones y faltas a poco que los jugadores se entregaran al riesgo en los duelos individuales. A la expedición del Carlos Tartiere le habría venido de perlas defenderse con el balón para permear un desarrollo más pausado, pero era inviable ante el arrojo de los 'pericos'. Solo el cansancio o un ajuste táctico ilusionaban a los carbayones y el doblete que danzó sobre el 45' les privó de cualquier aliciente de esperanza.
En la segunda mitad, de hecho, el cuadro catalán siguió imponiendo las reglas con las que quería jugar esta vuelta de la final del 'play off'. Convenía no dejar de pisar el acelerador, pero era clave hacerlo con más mimo para esquivar fatigas físicas o desbarajustes en la línea de atrás. Así se hizo y, durante tramos demasiado prolongados para la paciencia del sector visitante de las gradas, el reloj avanzaba sin visos de un empate.
Esto no quiere decir que el Oviedo no dispusiera de oportunidades para forzar la prórroga. Santi Cazorla ingresó al campo para dotar de más criterio con el balón a los suyos y, aunque mejoró su circulación de pelota, no se presentó diferencial. De hecho, se dejó llevar por el frenesí de los anfitriones al poco de pisar la hierba cuando se encaró con el joven Nico Melamed, que, pillo, trató de ponerle nervioso con un choque pecho con pecho.
Sobre la bocina, para mayor concreción, los asturianos gozaron de una ocasión diáfana de ampliar a 120 la bolsa de minutos total cuando un disparo de Borja Sánchez halló los guantes de Joan García y, en el rechace, Borja Bastón entró con tal furia al remache que mandó el cuero a las nubes. La reacción del respetable fiel a su escudo, donde varios aficionados se llevaron las manos a la cara, reflejó bien el sentir de frustración del equipo. El ascenso es para el Espanyol.