El Barça recita en Zaragoza la lección para Bilbao
El Barcelona es muy, muy superior a la Real Sociedad. En sus últimos partidos, la ha goleado siempre. La final de la Copa de la Reina de este sábado en La Romareda no fue una excepción. Conviene no hacer excesiva sangre pues con las 'txuri-urdinas': han firmado una gran temporada y viajaron a Zaragoza con el honor de dar la cara. Además, en su camino, eliminaron al vigente campeón, el Atlético de Madrid, en las semifinales.
El asunto es que las donostiarras son parte de esa otra liga paralalela a aquella en la que se podría encastrar a las azulgranas en el panorama futbolístico femenino patrio. Las catalanas se encuentran muchos escalones por encima y lo demostraron con un triunfo por 8-0 que puede ser sonrojante si se analiza aisladamente. Si se hace con el contexto adecuado, si bien no se debe dejar de subrayar su contundencia, lo que evidencia es la disparidad existente en el deporte rey nacional.
Las de Jonatan Giráldez, de hecho, eran conscientes de su superioridad. Pudieron enfocar la previa y, ahora, pueden enfocar las conclusiones del encuentro como una suerte de ensayo general para dentro de siete días. El Olympique de Lyon, que ha sido incluso más aterrador en Europa que el equipo de la Ciudad Condal este siglo, espera en Bilbao para coronar al ganador de la Champions League. Si resulta 'culé', podría evidenciar un cambio de ciclo para el que, a nivel numérico, todavía quedaría camino.
Entrando en materia de lo que ocurrió en La Romareda, el Barcelona tardó apenas unos minutos en detectar la apuesta de la Real Sociedad, cambiar su guion habitual para adaptarlo y empezar a añadir goles a su saco hasta completar un marcador cómodo. Las de Natalia Arroyo saltaron al campo con una línea de cinco atrás integrada por tres centrales que, llegado el caso, serían los únicos pilares en el eje de la retaguardia para dotar de empaque al grupo en los carriles intermedios.
El objetivo era molestar en las zonas del verde que las catalanas dominan. Aitana Bonmatí, jefa de la medular, no entró tanto en juego como podría haberlo hecho, pero esto entraba justo en la batería de recursos que las suyas expusieron para desgastar a las donostiarras por su espalda. El partido no tardó en convertirse en una serie de posesiones prolongadas delante de las zagueras para que estas dieran pasos adelante, dejaran margen tras ellas y no llegaran a tiempo cuando un balón en profundidad, por alto o por bajo, las amenazaba.
Un buen reflejo de esta dinámica residió en la constante presencia de las laterales azulgranas en el área de Elene Lete. Ona Batlle anotó un doblete y Lucy Bronze se vio con opciones de rematar, a solas, el rechace de un centro cuya volea calculó mal a botepronto. No era necesario que se adhiriera a una nómina compuesta por su homóloga, por Caroline Graham en dos ocasiones, por Mariona Caldentey en otras dos, por Salma Paralluelo y por Claudia Pina.

La derrota de la Real Sociedad en esta final halla dos cauces. Uno es el mérito del Barcelona. El otro es el demérito propio. La calidad de las azulgranas es indiscutiblemente superior. También lo es su físico: en alguna contra que las donostiarras trataron de aprovechar, sus rivales se replegaron con tal velocidad que las gestoras del ataque no tuvieron tiempo si quiera de levantar la cabeza con claridad en el área de Sandra Paños.
Por lo variado del maletín de recursos de las catalanas, sus contrincantes no daban abasto. Cuando Salma Paralluelo no se dejaba ver haciendo regates por la banda izquierda, lo hacía Ona Batlle doblándola para recibir algún envío en profundidad. Si esto no ocurría, Aitana se mostraba en la frontal, caracoleando con el esférico hasta encontrar algún espacio que explotar. Si tampoco era este el caso, el peligro lo generaba una internada de Graham o un 'sprint' de Lucy Bronze para sumarse a la ofensiva.
Pero que las de la Ciudad Condal presumieran de su indudable brillantez no resta importancia al relato de su victoria a que las 'txuri-urdinas' cometieran algunos errores groseros. La mayoría fueron forzados, eso sí, y se produjeron en la salida de balón, secuestrada por la presión alta de las 'culés'. Uno de los goles, de hecho, nació de una mala entrega de Lete, que pudo haber hecho más asimismo en la apertura de la lata, cuando expuso las palmas de las dos manos para desviar un balón que acabó en sus redes de todos modos.
En adición a ello, protagonizó varias buenas reacciones bajo palos y el 8-0 ni de lejos se debe atribuir a ella ni siquiera parcialmente: las de Giráldez ganaron porque fueron mejores. No encontrar remedio a sus primeros golpes fue una carencia general y, a la par, comprensible: la muralla adelantada de la Real había caído con tanta velocidad que las únicas opciones pasaban por mostrar un arrojo que era evidente que el Barcelona iba a castigar más aún.

El Barcelona ganó esta final por ocho goles. Es preciso narrarlos: son la estructura de la victoria y las evidencias de la superioridad azulgrana. El primero llegó a los 5 minutos, cuando Ona Batlle lanzó una de sus cabalgadas iniciales a la espalda de la defensa, recibió un envío profundo y lo saboreó. Trató de servir un pase más que Vanegas interceptó defectuosamente y, en su segunda oportunidad, abatió a Lete.
En el 13', Mariona Caldentey compareció en el otro lado de la caja donostiarra para situar un centro hacia la testa de Salma, que no es experta en cabezazos, pero remachó con maestría, usando la sien en pleno salto, para el 2-0. El 3-0, en el 19', corrió de la cuenta de Graham, que estaba con la caña en el rechace de un tiro de Salma que Lete no atinó a alejar lo suficiente y que quedó en posición perfecta de pesca.
Solo tardó 7' en obrar su doblete cuando, más adelante, Paralluelo corrió por el carril zurdo para ponerle un telegrama horizontal que conoció una definición de primeras, sin complicaciones. Para la 'manita', Mariona pilló a contrapié a Aparicio con una asistencia frente a la que reaccionó demasiado tarde, cuando Ona Batlle ya tenía cargada la pierna para, por el ángulo más cercano, dejar el encuentro empaquetado con más de la segunda mitad entera por delante.
Aparicio apareció de nuevo, para mal, en el 6-0, en cuya génesis Salma le birló la cartera en el área antes de aguantar, unos segundos, frente a Lete y entenderse con Mariona a un lado, donde la '9' paladeó el 'set' sin oposición alguna. Repitieron tanto ella como Lete y Aparicio en la foto del 8-0, un cuero raso de la portera a la defensa mal dirigido que Rolfö hizo suyo para ponerle en bandeja de oro a su compañera un mano a mano resuelto por arriba con potencia.
Antes, para el 7-0, el VAR tuvo que intervenir y corregir la primera decisión del equipo arbitral, que había visto fuera de juego en uno de tantos envíos por alto a la espalda de la línea de atrás de la Real. Mariona lo recibió y tuvo paciencia para plantarse ante Lete y regalarle el gol a Claudia Pina, que estaba a su diestra sin marcaje alguno. Después de unos minutos de revisión se refrendó una de tantas evidencias de superioridad.

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