Como cualquier amante de la Navidad que siga la tradición de los Reyes Magos y se haya portado mal en 2023, el Getafe pasó del champán al carbón en el primer partido del año en Primera División. Recibió al Rayo Vallecano en el Cívitas Metropolitano, pues el Coliseum tenía que cumplir sanción por el alboroto del ascenso de 2017, mostró su peor cara, aquella que puede darse cuando su arriesgado y feroz estilo de juego coincide con el error, y perdió por 0-2.
Para los de Francisco Rodríguez, el triunfo es oxígeno. Los suyos no ganaban desde el 22 de octubre, cuando vencieron a Las Palmas por la mínima fuera de casa. Desde entonces, tan solo dos alegrías en forma de goleada al Atlético de Lugones y triunfo frente al Yeclano Deportivo en la Copa del Rey. La inoperancia de esta travesía encontró su contraste en un derbi en el que el equipo explotó bien verse, a partir del minuto 40, con un jugador más en el campo.
En la antesala del descanso, Juanmi Latasa descorchó el guion que iba a capitalizar el resto del choque cuando le propinó un codazo a Óscar Valentín en una disputa aérea. Anteriormente, le había soltado un manotazo a un defensa en un intento de desmarque que no cuajó. Ni siquiera su entrenador, que vio la repetición en un monitor habilitado en su banquillo, protestó, consciente de que se había pasado de frenada.
Sí que se quejó en las otras muchas ocasiones en que el colegiado, Figueroa Vázquez, amonestó a los suyos. Si bien es cierto que el juez empezó pronto a anotar nombres en su cartulina -en el 4', escribió el del Pacha Espino por una zancadilla a Luis Milla y, en el 19', el de Djené por pisarle el tobillo a Camello en una porfía por el balón cerca de la medular-, le dieron motivos para desenfundar hasta más de 10 veces a lo largo del encuentro.
Incluso Mason Greenwood, quien más vistosidad le está aportando a este Getafe, se vio afectado cuando, en la segunda mitad, le dijo una palabrota en inglés al árbitro y la acompañó de varios gestos de desprecio y desaprobación. Para entonces, los suyos ya perdían por 0-2 y, desesperado tras quitarle la bola dos defensas que le rodearon, se enfadó por que no pitaran falta en su favor cuando terminaba de dejar escapar la posesión.
Antes de enfilar las duchas, el inglés había sido la gran baza ofensiva de los azulones. Su sistema se centró, como suele hacer, en el plano defensivo. Un marcaje individual y serio a Isi dejó al Rayo Vallecano sin su principal colmillo, pero el grupo estuvo listo aumentando los envíos a Sergio Camello, que, con la confianza de su entrenador para ser titular, anotó un doblete de delantero inteligente y con olfato.
Para abrir la lata, justo antes del descanso, cazó el rechace de un tiro de Iván Balliu al palo largo. David Soria, que, hasta el momento, había estado firme para desbaratar las principales intentonas de los franjirrojos -una 'palomita' a un zapatazo de Isi desde la frontal, su mejor momento-, no pudo atrapar la bola porque esperaba un pase, no un disparo, de modo que alargó el brazo derecho y tan solo pudo desplazar el cuero hacia donde el '34', a placer, le abatió.
Nada más arrancar el segundo acto, aprovechando que Francisco había atinado al introducir a Randy Nteka para meterle físico a su ataque en búsqueda de la sentencia, recibió el balón de una pugna de su compañero ante un envío en largo y resolvió con maestría. Se plantó en una suerte de mano a mano con audiencia ante Soria, amagó a su izquierda, le regateó y, ya con vía libre, dibujó un 0-2 que apuntaba a germen de más goles, pero que se quedó ahí, en 0-2.
Francisco acertó en un terreno allanado, pero acertó
Es innegable que al Rayo le allanó el terreno contar con una ventaja numérica que explotó como se debe, pero también que Francisco había ordenado, con buen criterio, a los suyos aumentar la vigilancia sobre Greenwood, quien más peligro estaba generando en el bando rival, y recurrir a Camello ante la falta de vías hacia Isi. Tener a Latasa a buen recaudo también fue un factor importante en sus dos errores, los que le llevaron al vestuario antes de tiempo.
Además, al descanso, lejos de optar por una política conservadora, el estratega visitante introdujo a Pep Chavarría por el Pacha Espino, que estaba amonestado, como solución doble. Se cuidó así de una potencial expulsión y aumentó el perfil ofensivo de su dibujo, al que aportó también a Nteka por Kike Pérez por el mismo motivo y porque, falto de oposición arriba, entraba en su pronóstico que su poderío físico jugara un papel clave. Acertó.
Mientras su plan iba sobre raíles, el Getafe descarrilaba. Greenwood perdió los nervios de la forma en que ya se ha relatado en anteriores párrafos y Damián Suárez recibió la tercera cartulina roja de los anfitriones al gritarle algo al cuarto árbitro cuando ya se le había mostrado la amarilla y se encontraba fuera del campo, camino al banquillo. El enfado del lateral terminó de confirmar que los de Bordalás se habían salido del partido y ya no iban a aspirar a una remontada.
Las consecuencias de las expulsiones son catastróficas porque los del Coliseum venían en una buena dinámica -un empate ante el Atlético, victorias ante el Sevilla y el Valencia- y, ahora, pierden a tres de sus hombres más recurrentes para su próxima cita, ante Osasuna en El Sadar. Está en peligro, en consecuencia, la continuidad de un conjunto que había logrado dejar un poco atrás tanta queja por su aguerrido estilo de juego. Hasta se alababa entre aficiones como fútbol champán. En el Cívitas, se hizo carbón.
January 2, 2024