Un fallo, un follón

Un fallo, en la Champions League, puede ser un follón. Es la sensación con la que se quedó el Atlético de Madrid después de su visita al Inter de Milán por la ida de los octavos de final del gran torneo de clubes de Europa. La expedición del Cholo Simeone tuvo opciones de volver a España con la victoria debajo del brazo, aunque encajó más ocasiones de las que produjo y se fue con un 1-0 en el global fruto de un cortocircuito entre Reinildo y Rodrigo de Paul.
Para mayor inri, la desconexión se produjo en un momento de bonanza para los 'colchoneros'. A lo largo del partido, hubo tramos de dominio por parte de los italianos -estos fueron los más prolongados-, de toma y daca y de mejor disposición por parte de los rojiblancos. Bien entrado el segundo acto, hubo un rato en el que, espoleados por la entrada al campo de Álvaro Morata, los del Cívitas Metropolitano pusieron a sus rivales contra las cuerdas seriamente. Fue, probablemente, su mejor periodo de la cita.
Habrían aprovechado mucho más tanto este espacio como las otras oportunidades que fabricaron en el Giuseppe Meazza de haber estado más acertado Samuel Lino en la toma de decisiones. El '12' se presentó como la mayor amenaza para el sistema de Simone Inzaghi. Emparejado con Darmian por la banda izquierda, le rebasó prácticamente siempre que le retó en el uno contra uno, lo que generaba un agujero impropio de la contundencia de la que presumen los 'nerazzurri' atrás.
En la primera mitad, realizó un disparo hacia el palo largo tras un recorte en el área que por poco no obliga a Sommer a recoger el balón del fondo de sus mallas, pero su "uy" más "uy" tuvo lugar más adelante. Tras encimar la línea de fondo en una de sus múltiples internadas, no se dio cuenta de que Morata se había desplazado solo hacia el otro extremo de la meta local y, en vez de facilitarle el cuero, probó suerte él. Falló.
A Arnautovic no le ocurrió lo mismo cuando le tocó anotar el 1-0, el resultado con el que el partido terminó. En una conducción de pelota de Reinildo delante de Rodrigo de Paul, el argentino amagó con participar de la salida 'colchonera', lo que confundió a su compañero e impulsó que, entre los dos, perdieran la posesión en favor de un Inter que tardó una centésima de segundo en tener a Lautaro cuerpeando con Savic en la persecución de un pase raso en profundidad.
El montenegrino alcanzó a tirarse con los pies por delante para que el balón saliera despedido del control del delantero hacia un lado, pero ahí estaba el '8', que había sustituido a Marcus Thuram al descanso porque el francés se lesionó tras un tiro desde la frontal, para remachar la jugada. Arribó algo forzado, en el final de su 'sprint', pero con suficiente espacio para pegar un zapatazo al esférico que hizo inútil que Lino acudiera a última hora para desviar el chut. Tan solo lo acompañó a su conversión a gol.
En cierto sentido, el tanto fue justo e injusto. Justo porque premió a unos italianos que apenas cometen errores, que se repliegan como pocos equipos en Europa y que son tan capaces de catapultar contras vertiginosas como de salir desde las inmediaciones de su área en combinaciones rápidas, aunque no tan centradas en explotar los huecos a la espalda de un contrincante que vuelve de un ataque. De hecho, uno de los puntos más problemáticos para el Atleti fue que no había manera de dar más de diez pases seguidos sin que los anfitriones achicaran lo suficiente para provocar algún error y recobrar la posesión.
También se puede saborear como injusta la diana porque los del Cholo Simeone realizaron un ejercicio de contención encomiable -en este sentido, un Witsel catedralicio se erigió en la mejor figura de los suyos- y, a pesar de que no encontraron a Marcos Llorente en ese improvisado puesto de delantero por el esguince de rodilla de Morata, vio en Lino su filón para hacer daño a los de Milán. Su entrenador, además, acertó con las sustituciones del ecuador de la segunda parte y, de haber conseguido el gol en ese tramo antes mencionado en el que los de Inzaghi sufrían, este habría sido un triunfo absoluto de los españoles.
Poder pensar en argumentos para empatizar con la alegría del ganador y con el amargor del perdedor conduce a una única conclusión: el partido estuvo bien competido. Para el choque de vuelta, los rojiblancos contarán con el apoyo de su masa social, que ha sido tradicional lanzadera de noches épicas, justo lo que hace falta para darle la vuelta a la eliminatoria. El desafío que se presenta será abismal, pero es lo que tiene un fallo: puede montar un follón.