El favorito domina, el 'underdog' espera agazapado atrás y, tras una cascada de intentonas por parte del equipo gobernante, llega el triunfo que todos aguardaban. Es un guion bastante socorrido en el mundo del fútbol y Antonio Rüdiger tuvo que forzarlo en la visita del Mallorca al Real Madrid por la jornada 19 de Liga. Los de Carlo Ancelotti tenían que blindar su liderato antes de la recepción del Girona al Atlético y lo lograron no sin estar a punto de atragantarse antes.
La cita transcurrió con unos bermellones muy echados atrás hasta el punto de poblar el área de Rajkovic con incluso nueve jugadores de campo, o sea, diez de los once sobre el terreno de juego si se cuenta al portero. La dinámica obligó a los 'merengues' a llevar la pelota de un costado al otro en búsqueda de huecos que, curiosamente, tan solo se abrían cuando los isleños tenían que cubrirse de alguna contra, precisamente su recurso para dar la sorpresa en Concha Espina.
La propuesta ofensiva blanca estuvo comandada, de principio, por Vinicius, un actor inesperado en el once inicial. Venía de una rotura muscular que le mantenía en el dique seco desde el 17 de noviembre -un duelo internacional contra Colombia-, pero su entrenador le alineó de inicio a pesar de que contaba con Brahim Díaz y Joselu Mato frescos para abrigarle. Optó por usarles como revulsivos a partir del 60', minuto aparentemente pactado para que el brasileño descansara.
El malagueño, de hecho, tuvo la mejor ocasión del partido en su frente cuando el luminoso aún lucía 'cerocerazo'. Tras un pase de Fede Valverde hacia Rodrygo a un costado de la caja contraria, Rajkovic firmó una parada deliciosa alargando la mano derecha ante un golpeo del '11', cuyo rechace le cayó al ex del Milan, que, tirado en plancha y sin guardameta delante, elevó demasiado el cuero, probablemente porque no tenía tiempo de reaccionar, y lo estrelló con el larguero.
Mucho antes, ya había habido otro tiro al larguero, pero del Mallorca. En la antesala del descanso, Antonio Sánchez había rematado, desprovisto de demasiada presencia del Madrid, una contra que avisó a los anfitriones de que los isleños sabían morder aunque se centraran tanto en levantar una muralla atrás. Le dio al travesaño. La madera volvió a vibrar en la segunda parte, cuando Samú Costa, con un zapatazo desde más allá de la frontal, envió el balon a rebotar en Tchouaméni y dar en el pilar zurdo de la meta de Lunin.
El francés y el ucraniano fueron otros de los protagonistas de la pizarra de Ancelotti. El primero tuvo que hacer de central ante la baja de David Alaba. Su jefe había llamado a Álvaro Carrillo por si acaso, pero confió en su experiencia y su pupilo se la devolvió con creces: actuación sólida. El cancerbero parecía preparado para volver al banquillo y, debido a que Kepa venía algo al límite por una gripe, se quedó de nuevo con el puesto.
Los ojos de los aficionados, eso sí, no tardaron en pasar de las 'timelines' de los equipos confirmando sus esquemas a enderredor de la portería de Rajkovic, que le negó la mayor a Vini en sus mejores oportunidades. Su insistencia arriba opacó a Rodrygo y hasta a Bellingham, cuyas internadas en segunda línea para recibir centros tocaditos a la espalda de la defensa no funcionaron tan bien como otros días, aunque existieron.
Hubo que esperar a las postrimerías de la cita para que Rüdiger, con una incorporación de mariscal a un saque de esquina, conectara con potencia con un centro de Luka Modric ante el que el portero visitante no pudo hacer nada. Sí se le pudo exigir algo más a la zaga bermellona, que contaba con hasta tres efectivos alrededor del central y ni por esas consiguió frenarle. Raíllo era uno de ellos y acabó por los suelos.
Con el broche del germano, el Real Madrid sonrió un día más en el que tuvo que gestionar lesiones sensibles y la presión de tener al Girona en paralelo en la pugna por el liderato. No volverá a haber Liga para los del Santiago Bernabéu hasta el 21 de enero: entre medias, hay un compromiso de Copa del Rey contra la Arandina. También la Supercopa de España. El Mallorca, que asumió un rol tan fácil de prever como difícil de doblegar, se fue de vacío con la frustración de saber que podría haber empatado o, si la madera hubiera acompañado, hasta ganado.