Empate surrealista en La Rosaleda

El surrealismo se ha instalado en La Rosaleda. El Málaga, en la visita del Levante por la jornada 32 de la categoría, se veía las caras con un aspirante al ascenso directo con la infinita esperanza de comenzar una racha de victorias que, al término de la temporada, valga por la salvación. La afición blanquiazul, acostumbrada a que todo se le ponga en contra, vivió un nuevo capítulo de este particular y sinuoso camino.
El resultado fue un empate, un empate que podría haberse dado por bueno bajo otras circunstancias. Los de Martiricos se enfrentaban a un equipo que está muchos escalones por encima en la clasificación, uno de esos ante los que puntuar podría llegar a ser válido. Eran los visitantes los que sabían que tan solo les valía la victoria, pues son terceros en la tabla y comenzaban la jornada a tres unidades de Las Palmas, en la segunda plaza.
Pero los de Pellicer viven una situación agónica en los últimos puestos, diez puntos por debajo de la permanencia, así que tan solo podían aceptar un triunfo que estuvo a pulgadas de llegar. En el minuto 86, Rubén Castro cazó el rechace de una volea trabada de Pablo Chavarría y lo mandó al fondo de las mallas. El colegiado, a instancias del VAR, tuvo que anular el tanto por un fuera de juego milimétrico del '12'.
En caso de haber sido legal, la diana habría coronado una actuación 'guerrera' y merecedora del triunfo -lo que no quiere decir que no hubiera sido justo ganar para los 'granotas'- por parte del Málaga. Su entrenador esbozó una alineación que funcionó gracias al descaro y el acierto del joven Cristian, al tino de Ramalho atrás o a la chispa de Ramalho y el control de Fran Villalba o Febas en el mediocampo. Desafortunadamente para los andaluces, cortocircuitó una pieza que debía ser clave, Juande.
El '5', en los primeros compases, vio la tarjeta amarilla por cortar una contra con una falta a Bouldini que protestó. Ya en el segundo acto, llegó tarde a una disputa por la pelota con Jorge de Frutos, que, por lo forzado que llegaba, probablemente habría errado en su control. Aun así, el blanquiazul extendió la pierna y, como consecuencia, cometió una infracción que le hizo encarar antes de tiempo las duchas.
A estas alturas, el aficionado de La Rosaleda se llevaba las manos a la cabeza pensando "¿otra vez?". Otra vez, en efecto, pero, en esta ocasión, con una pirueta extra del destino para vestir de incredulidad el resultado. Al poco de la roja a Juande, De Frutos, su víctima de antes, le propinó dos pisotones a Escassi -que acabaría, además, sustituido y sangrando por un golpe de Wesley- y fue castigado con la roja directa.
En el diez contra diez, sobraban espacios y faltaban piernas, así que las ocasiones se precipitaron. No valieron entonces ni los disparos desde lejos de Joni Montiel, que parecía convencido de que Yáñez era una presa débil, ni los de Ramón, ni un tiro al palo de Lago Junior en una jugada que sacó a trompicones y en la que disponía de poco ángulo. Tampoco un testarazo de Iborra en el segundo palo de un córner, donde se vio solo y mandó el balón afuera.
Las ocasiones anteriores quedaron en nada para ver un correcalles que a punto estuvo se solventarse con un triunfo de júbilo para el Málaga. Rubén Castro, introducido desde el banquillo, captó el rechace descrito párrafos atrás, llevó la locura a las gradas de La Rosaleda y vio cómo todo quedaba en nada por el aviso del VAR al árbitro de que Chavarría estaba adelantado. Y, como consecuencia del resultante empate, nadie queda contento, ni el Málaga ni el Levante.