¿Qué debería haber sido el Málaga desde el principio de la temporada y por qué no lo ha sido? Es la pregunta que ronda la cabeza de los miles de aficionados costasoleños desde que una mala e inesperada dinámica llevó a sus bufandas a alzarse, jornada sí y jornada también, en La Rosaleda a la espera de un cambio a mejor. En la jornada 28 de Segunda División, por la visita del Real Zaragoza, el equipo respondió claro a la primera de las dos cuestiones antes planteadas.
La plantilla 'boquerona' dispone de calidad, de jugadores experimentados en la categoría de plata y, en principio, de mimbres necesarios para competir con mucho acierto en esta Liga. Desafortunadamente para sus intereses, el día a día del grupo esta campaña ha pasado por que nada saliera bien, pero, por una vez en mucho tiempo, Martiricos fue el telón de fondo de una función lógica, con sentido, bien trabajada y sin esos sobresaltos, errores imprevistos y remontadas en contra que tanto daño han hecho.
El conjunto de Pellicer se plantó con una superioridad no descarada, pero superioridad, al fin y al cabo, que valió para llevar la iniciativa desde los primeros compases y en la mayoría del duelo en general. Balones a la espalda de la zaga 'blanquilla' traían de cabeza a los maños, que encontraban en Jair Amador a su hombre más inspirado, un cortafuegos que blindó a los suyos en lo que Bebé trataba de inventar algo arriba.
Con un Giuliano Simeone algo más desaparecido que en otras ocasiones, el '4' tomó las riendas del ataque del Zaragoza y estuvo a punto de darle un nuevo disgusto al Málaga. Un tiro potentísimo al primer palo que atajó Yáñez, un balón raso al segundo palo que Bermejo mandó al cielo... Se erigió en el más problemático para los andaluces, aunque su compañero Simeone gozó de la mejor oportunidad de adelantarse.
Cuando el marcador aún estaba en 0-0, Genaro, que también erró en la primera ocasión de los suyos, que remató al aire cuando pudo abrir la lata, envió un balón defectuoso hacia su cancerbero. Este, fuera de sitio y tras calcular mal los tiempos, regaló el cuero a su rival en lugar de despejarlo o controlarlo. Mediante un 'sprint' que le puso la capa de héroe, Ramalho apareció para frustrar un gol cantado: no había guardameta y él rebañó el tiro raso a placer con el que Giuliano iba a anotar.
Esta no era la primera vez en que Genaro cometía un error grave esta temporada. Esto puede entrar en el plano de lo lógico. El caso es que, al fin, los blanquiazules también encontraron coherencia por lo positivo, no solo por lo negativo. El equipo acabó exprimiendo su superioridad para ponerse por delante en el minuto 56, cuando Rubén Castro empaló un centro tocadito al segundo palo de Fran Villalba tras una acción sublime de Delmás por la banda.
Con este tanto, el '24', tan decisivo como tiene que ser, igualó a Quini como máximo goleador histórico español. Después de su sello en los libros eternos del fútbol, unió a Lago Junior a la fiesta facilitándole la pelota en la frontal para que recortara hacia fuera, se despojara de la presión de Francho y ajusticiara a Cristian Álvarez con un chut ajustado al palo largo. Para coronar, su asistente apareció de nuevo con la sentencia, una vaselina de élite y de primeras tras un pase en profundidad de Gallar.
Poco pudo hacer el Zaragoza ante este torrente de acierto. Los 'boquerones' vivieron al fin uno de esos días que cabían en el imaginario de los aficionados a principios de curso, cuando el hincha escudriñaba la plantilla pensando que Rubén Castro debería ser decisivo, que los fichajes tendrían que funcionar o que la defensa tiene experiencia para brillar. El Málaga fue -o es-, al fin, lo que tiene que ser.