Ganar fuera de casa en Champions League es algo a lo que se había olvidado el Barcelona... y se sigue olvidando de momento. Mostró una mejor imagen que el Nápoles, pero el conjunto azulgrana acabó por pedir la hora y, pese a todo, terminó con un remate de Gündogan que a punto estuvo de hacer justicia.
Necesitaba el Barça no solo ganar, sino mostrar una buena imagen. Dijo Xavi en la previa que no juegan para la galería, sino para su afición, para el equipo, para sí mismo. Y si lo mostrado en el Diego Armando Maradona es el máximo que puede dar, tiene un gran problema para llegar a donde sueña todo seguidor, a ganar la mejor competición del mundo.
Ni siquiera ante un rival mortecino, ante un equipo que había cambiado de entrenador apenas 48 horas antes y al que no le había dado tiempo a preparar el partido, el Barcelona fue el Barcelona de las grandes noches. Se le queda grande la Champions League a este conjunto azulgrana que empieza a estar acostumbrado a jugar sobre el alambre y a caerse en los minutos finales.
Meret aguanta al Nápoles
El Barcelona fue mejor. Tiró más, tuvo más posesión pero no hizo daño real cuando mejor estaba. En la primera mitad, el equipo de Xavi encontró los espacios por dentro para que Gündogan, el mejor antes del paso por los vestuarios, filtrase balones a sus compañeros y volviese loca a una defensa que aún añora a Kim Min-Jae.
Meret, que aún está recuperando la forma tras estar varias semanas lesionado, voló en 3 ocasiones para evitar los goles del Barcelona. Se desesperaba Xavi al ver unos primeros 20 minutos de gran nivel pero incompletos por la falta de gol.
Mereció el Barcelona marcharse con un gol, o incluso con dos visto lo visto en el Diego Armando Maradona. Pero enfrente tenía a un portero que se estaba ganando el sueldo en la competición donde más queman los focos.
El camino estaba allanado para marcharse a Barcelona con un triunfo claro, pero de repente al conjunto de Xavi se le olvidó cómo jugar al fútbol. Aparecieron los nervios, las imprecisiones y el echar el equipo varios metros atrás para darle todo el balón a un Nápoles totalmente inoperante y que no sabía qué hacer con el cuero. Ni Kvaratskhelia ni Osimhen, este tras varias semanas fuera por la Copa África, eran capaces de hacer daño a un cuadro español que vivía de verlas venir.
Un nuevo despertar
El Barcelona reaccionó como hizo en el inicio del partido. Volvió a mandar con la pelota y mostró su mejor versión durante 15 minutos, los que tardó en adelantarse, al fin, en el partido. El buen hacer del Nápoles antes de pasar por vestuarios hizo que adelantase líneas, lo que dejó más espacios al hueco para un Lamine Yamal que sigue haciendo historia en cada partido que juega. Este miércoles, además de ser un dolor para Olivera, se convirtió en el futbolista más joven en jugar unas eliminatorias de Champions League.
No fue el adolescente azulgrana el que terminó por romper el partido, sino Pedri. Desaparecido en la primera mitad, sacó su magia a relucir donde mejor juega, en tres cuartos de campo para dar el pase decisivo. Sin espacios, encontró a Lewandowski con un caño a Rrahmani. El polaco, en paz con el gol tras las últimas semanas, no dudó en aprovechar la ocasión y hacer del dominio azulgrana la justicia en el marcador.
Ahí parecía encarrilar el Barcelona la eliminatoria. Pero esto es Europa y los equipos rivales también juegan. Un tiro de Pedri que se le escapó de las manos a Meret pudo suponer el punto de inflexión en el cruce y en la temporada azulgrana, pero la divina providencia quiso que el balón no fuese a portería y sí por línea de fondo.
Cuando pedir la hora se convierte en costumbre
Calzona, en su primer partido, sorprendió al quitar de en medio a Kvaratskhelia. No estuvo bien el georgiano, pero si alguien tiene una chispa de más en el Nápoles es él. Metió más movilidad por dentro con Lindstrom y reforzó el centro del campo.
Mientras Osimhen veía cómo Simeone se enfundaba las botas para sustituirle, el nigeriano, en su vuelta al Nápoles, quiso marcharse con el trabajo hecho. Se equivocó Íñigo Martínez al querer adelantarse para cortar el balón y dejó al ariete solo. Puede no estar en su mejor forma, pero no va a perdonar un mano a mano.
Se creció el Nápoles con el gol del empate y desapareció el Barcelona. Volvieron a entrar los nervios del pasado, volvieron a flaquear las piernas y a regalar balones incomprensibles. Pero tiene suerte de no ser ese equipo que maravilló la temporada pasada en la Serie A.
Pidió la hora el Barcelona y a punto estuvo de marcharse con la victoria. Suena contradictorio, pero en la última acción del partido, cuando el Nápoles ya había gastado todas sus balas, Gündogan remató pegado a la cepa del poste para hacer cantar a algún aficionado azulgrana un gol que no fue y desvanecer una esperanza que aún radica en los corazones 'culés'. Porque los cuartos de final están únicamente a un gol de distancia en Montjuïc.