El Oviedo ganó al Granada con un golazo de tacón y un futbolista menos en el campo en la jornada 15 de Segunda División. El Carlos Tartiere vivió una de esas tardes que tardan en olvidarse por el inmejorable sabor de boca de que el equipo lo diera todo y obtuviera un merecido premio. Su resistencia al aguantar el 0-0 y su arte para resolver el choque en su favor marcaron la diferencia.
La acción estuvo condicionada por una jugada de la primera mitad que resultó en la expulsión de Aceves. El defensa forcejeaba con José Callejón cuando este trataba de alcanzar un pase raso y lo tiró al suelo. Por lo poco claro que estaba que la ocasión fuera a ser manifiesta y por cómo el delantero se dejó caer un poco, el conjunto local se indignó cuando el colegiado le mostró al '17' la cartulina roja directa. Era el minuto 39.
Si, antes de esta expulsión, el relato del encuentro estuvo en un cara a cara igualado en el que, sin oportunidades claras, los dos bandos trataban de hacerse con el dominio, el protagonismo pasó casi del todo al conjunto de Aitor Karanka. Con más calidad y un hombre más en el campo, se hizo con el gobierno y su rival, consciente de que iba a sufrir de lo lindo, concedió varios metros.
De ahí en adelante, comenzó un esfuerzo notable del Oviedo en defensa para frustrar todas las intentonas del Granada. Ni Callejón o Jorge Molina, los más insistentes de los titulares, ni Antonio Puertas, el revulsivo que más daño hizo, consiguieron echar abajo una línea de atrás que, para colmo de los andaluces, estuvo liderada por un Quentin Braat inspiradísimo. Varias paradas suyas explican que el 'cerocerazo' se mantuviera.
Ahí es donde apareció Sergi Enrich, que había entrado desde el banquillo, para hacer el 1-0. Aprovechó un error de Jonathan Silva, que se hizo un lío al tratar de sacar la pelota desde atrás, se asoció con Lucas Ahijado y obró un gol sensacional. Con la espuela de la bota, redirigió un envío raso de su compañero al fondo de las mallas de Raúl Fernández, sorprendido por su detalle técnico.
Por lo poco esperado que era el tanto -entraba en casi todos los pronósticos un empate o que los nazaríes terminaran por marcar- y por la alegría que supuso, las gradas del Tartiera estallaron de emoción. Los tres puntos, tres puntazos en realidad, valen para poner más tierra de por medio para con la zona de descenso frente a uno de los rivales más temibles de la categoría.