Ir a por el 5 no suele salir bien. Ocurre en las aulas y también en los campos de fútbol. El Manchester City empató contra el RB Leipzig en la ida de los octavos de final de la Champions League a pesar de saberse muy superior a su rival por este motivo. Dominó el choque aplicando el estilo de juego que encanta a Pep Guardiola ante unos alemanes a remolque, pero, a la hora de trasladar estas sensaciones al marcador, cortocircuitó.
Quizá tuvo algo que ver con ello que Erling Haaland estuviera desaparecido. El noruego, bien cercado por la defensa local, no pudo actuar hasta bien entrada la segunda mitad, cuando protagonizó un disparo a palo cruzado que quedó en nada y participó de un par de jugadas de ataque de los suyos. Sin él como referencia arriba, los 'sky blues' carecieron de pólvora y contemporizaron con ello hasta que sus rivales dispusieron de espacios para morder también.
Es por eso que, aunque los ingleses se adelantaron en el minuto 27, hubo que esperar al 70 para conocer el tanto definitivo, obra de Gvardiol. Entre una y otra diana, los 'sky blues' fueron dando pasitos atrás, aparentemente conformes con que el ritmo del choque fuera lento, acompasado, amoldado a su control de la posesión y sin demasiadas ocasiones de peligro. Esta falta de ambición acabó condenando su victoria.
El City, a pesar de su lentitud, realizó grandes acciones, las que explican su superioridad en la mayoría del envite. Su presión alta obligó al RB Leipzig a estar incómodo constantemente en la salida de pelota. Es así como nació el gol de Riyah Mahrez para adelantar a los suyos y el mismo recurso pudo haberse saldado con más tantos como en un robo de Nathan Aké que resultó en un tiro de Gündogan interceptado por Schlager casi bajo palos.
Volviendo al 1-0, el detonante de la jugada fue Jack Grealish, que recuperó la pelota cerca de los palos de Blaswich, se asoció con Mahrez y tuvo la fortuna de que el balón se encontrara por el camino con Gündogan. El '8', listísimo, aguantó al defensa que tenía detrás, abrió las piernas y dejó pasar el esférico entre ellas para que le llegara limpio a su compañero, quien solo tuvo que definir con potencia y precisión a su derecha.
A pesar de que Gündogan y otros hombres clave de Guardiola como Bernardo Silva brillaran, no surgió ninguna genialidad más de su factura y tampoco terminó de entrar en juego Haaland, así que el equipo se vio condenado a esa dinámica antes mencionada de cálculo lento de los tiempos en lo que el cuadro de casa se armaba de valor. Conforme más se acercaba el pitido final, menos arriesgado era ir a por el empate.
Acudiendo a las contras y a la velocidad de sus transiciones, el RB Leipzig fue haciéndose más y más presente en los alrededores de la portería de Ederson, que contuvo, a modo de aviso para sus compañeros, algunas de las mejores intentonas de los de Marco Rose. Repelió un mano a mano en el que André Silva dispuso de poco ángulo y también se trocó en testigo directo de cómo el contrincante desperdiciaba ocasiones como un chut cruzado de Henrichs que se fue fuera por poco.
La entrada del '39' al campo para la segunda mitad dotó de más profundidad a los germanos. Quizás es él el motivo por el que el City fue resquebrajándose poco a poco hasta conceder un gol de Gvardiol que nació de un doble desajuste. Primero, Rúben Dias no estuvo atento en su marca; segundo, Ederson dio un paso adelante fatal en el momento de un centro desde la banda y no pudo corregir su postura ante un remate de cabeza a placer del '32'.
En los compases finales, lejos de convertirse el partido en un correcalles en búsqueda de la ventaja para la vuelta, los equipos parecieron ver con buenos ojos dejar la eliminatoria abierta para el Etihad Stadium. Los alemanes se aferrarán a su posición de 'underdog', que implica menos presión, y los ingleses, que son favoritos, se exponen a arrepentirse, y mucho, de no haber dejado más encarado el pase a cuartos de final.