Se habla del don de perdonar, pero en el fútbol... es más bien un defecto. Porque el Sevilla, que objetivamente fue más efectivo que su rival, terminó perdiendo por haber perdonado demasiado. Y su rival, un Celta que tampoco encontraba la manera de batir al portero hispalense, terminó enchufando las dos más improbables para conseguir su sexta victoria de la temporada. La primera de la 'era Giráldez'.
Tras el despido de Rafa Benítez, y aprovechando la derrota del Cádiz a manos de la Real Sociedad, el Celta de Vigo recuperó la ventaja de cinco puntos sobre la zona de descenso y tomó una buena bocanada de aire. No es que la dinámica de abajo le dé mucho vértigo al Sevilla, pero para los hispalenses es un dolor tener que ver a su equipo otra temporada más en una zona de la tabla que hacía muchísimo que no pisaba.
No ganaba el Celta en el Sánchez-Pizjuán desde 2015 y tuvo que llegar en el estreno de Claudio Giráldez. Al técnico lo había definido Gabri Veiga esta semana en 'Radio Galega' como escuela De Zerbi, y la verdad es que tiene bastante trabajo para asegurarle al Celta un futuro con menos sufrimientos. La intenciones que describía el ex celeste sí se veían en la forma de salir al campo del cuadro vigués, mucho más propositivo, apretando en el último tercio con un esquema bastante estirado. Una idea que le permitió generar silbidos e inquietudes en el Pizjuán a un Sevilla que tampoco duerme tranquilo.
Hugo Sotelo comandaba con bastante inteligencia en el medio y Iago Aspas daba el primer susto tras un error de Lucas Ocampos en la salida de balón. Pero ese riesgo cometido le salió cara pocos minutos después, con un Celta desplegado arriba y confiado en hacer el primero para liberarse. En el 18', el argentino buscó en profundidad a Youssef En-Nesyri, que aprovechó la torpeza de Unai Núñez al intentar controlar ese esférico y se quedó solo delante de Vicente Guaita. Manos blandas del meta al remate del marroquí, alegría de un estadio que minutos antes empezaba a ver fantasmas.
Como le ocurre por castigo al Celta, el tanto rival fue un golpe durísimo a su confianza. El equipo de Giráldez no recibió más porque al Sevilla le costaba conectar arriba, pero desde luego que sí se durmió. El partido entró en un relente donde el conjunto vigués tocaba a ratos el esférico, a ratos lo perdía sin demasiada resistencia y sobre todo, ni se acercaba a la portería rival.
Otro contratiempo para los gallegos fue la lesión de Manquillo. El carrilero diestro cayó mal tras un forcejeo con Acuña y se hizo mucho daño en la muñeca. Lo intentó durante al menos cinco minutos con un vendaje, pero no hubo manera. En su lugar entró Carles Pérez y esta entrada reactivó al Celta, que empezó y acabó la primera mitad mucho mejor que su rival.
En cuanto conectó el atacante con Iago Aspas, los 'Hugos' y Bamba, el Celta recuperó revoluciones y se volcó en ataque hasta que el Sevilla terminó pidiendo la hora. Strand Larsen tuvo dos ocasiones consecutivas, una tras un pase delicioso del de Moaña, otra a envío de Mingueza. Hugo Álvarez también conectó un chut a un balón suelto en el área al que solo le faltó un poco de rosca para hacer el empate.
Al final es que todo lo bueno que le pasa al Celta pasa por las botas de Aspas. Como hizo al empezar el partido, el capitán tuvo la primera gran ocasión del segundo tiempo. Condujo por dentro, cedió para Hugo Álvarez y mientras el lateral encaraba a Jesús Navas, este rompía a la espalda. El pase filtrado llegó casi a línea de fondo y Iago metió la punterita. Por poco, muy poco, no cambió el marcador.
Las ideas celestes eran buenas. Intentos de combinar por dentro con Larsen pivotando, con sus escoltas muy móviles, pero el balón no entraba. El danés tiraba desviado casi en el área chica, Hugo Álvarez se topaba con un Nyland que tuvo bastante trabajo, pero luego llegaban los errores atrás para recordar por qué el Celta está en una situación tan delicada. No mata arriba y atrás concede.
Isaac Romero tuvo el 2-0 después de que Unai Núñez se dejara el balón dentro del área y Quique Sánchez Flores quiso darle un empujón a su equipo con piernas frescas. Entraron Lukébakio y Suso para matar al espacio, se senaron Lucas Ocamos y un Youssef En-Nesyri que se lo tomó francamente mal. Pateó una botella y se acabó encarando con su propio entrenador. Después, sus compañeros lo tuvieron que pillar del hombro para explicarle un par de cosas sobre cómo calmar el fuego interior.
La entrada del belga y el gaditano le dio muchísimo aire al Sevilla, que aunque volvió ver al Celta pasar por su área, supo infligir miedo en su rival... pero no por mucho. Lo que no es previsible es lo que hizo Carles Pérez. Después de ver a los celestes fallar todo lo posibles en situaciones muy claras, el canterano azulgrana reventó el partido a los 72 minutos con una bestialidad de gol. Recortó en el pico derecho del área y se sacó un cañonazo al palo corto que Nyland no pudo ni rozar. Empate... y mucho más por venir.
Para el Celta fue todo un golpe de efecto. Solo seis minutos después ya le había dado la vuelta al marcador. De nuevo, otro golazo tras haberlas tenido de todos los colores. Jonathan Bamba puso un bonito centro con rosca a la espalda de Kike Salas y ahí entró Larsen para sacarse de la manga un remate con la espuela imposible para el meta. Y si faltaba más acción, Hernández Maeso tuvo que revisar un penalti que había pitado después de que Lukébakio se resbalase regateando ante Starfelt. Del Cerro Grande, a cargo del VAR, llamó al extremeño a la pantalla para que corrigiera su decisión.
Noqueado por los dos goles después de haber tenido oportunidades también claras, el Sevilla fue incapaz de incomodar a Guaita en ocho minutos de añadido que acabaron siendo casi diez. Terminó el partido, el Celta festejó como no lo hacía de hacía tiempo y el Sánchez-Pizjuán tronó en silbidos contra los suyos. Otra decepción.