José Luis Mendilibar está en la cuerda floja. Su Sevilla empató contra el Rayo Vallecano en la novena jornada de la Liga en plenas dudas por un arranque de temporada que está lejos de las buenas sensaciones del tramo final de la pasada campaña. Las sonrisas por el perfil mundano del técnico han dado paso a los silbidos del Ramón Sánchez-Pizjuán por una nueva decepción que podría haber sido mayúscula y se quedó en eso, en decepción, por una reacción que llegó, sí, pero tarde.
Los de Francisco Rodríguez estuvieron a punto de llevarse los tres puntos gracias a una actuación de dos caras. Cada parte del partido fue testigo de una. En la primera, el equipo se centró en aguantar unos compases iniciales en los que daba la sensación de que los anfitriones iban a llevar la voz cantante para dar un zarpazo al marcador en cuanto empezaron a llegar las ocasiones a la portería de Nyland. La fragilidad defensiva andaluza, clave para facilitarlo.
Óscar Valentín abrió la lata en el minuto 21 merced a un defectuoso despeje de Gudelj. El defensa repelió un centro lejano hacia su propia meta, le dio al palo y, al rechace, estaba atento el '23' para mandar la pelota al fondo de las mallas a quemarropa. Tan solo 5 minutos después y con unos locales quizá demasiado echados arriba para lo mucho que quedaba en el cronómetro, Álvaro García se encargó de castigar su temeridad.
En una mala salida de balón del Sevilla, Pathé Ciss recuperó la pelota para el Rayo, que condujo el cuero hacia las botas del '18' por mediación de Raúl de Tomás. Con la línea de atrás de Mendilibar desmontada, el extremo tan solo tuvo que levantar la cabeza para ver que el portero había salido muy rápido de sus palos para elevar el cuero por encima de su posición con una vaselina que acomodó el balón en sus redes.
Si las alarmas hispalenses ya estaban petardeando con el 0-1, cortocircuitaron con el 0-2, que dio paso a un resto de primer acto de más errores que intentos potables de recortar distancias. Quien más cerca estuvo, entonces, de conseguirlo fue un Gudelj que por poco no encuentra a Loïc Badé con el testarazo que propuso ante un saque de esquina. El cuerpo técnico, sin soluciones, arrojó a Ivan Rakitic al campo sacrificando a Fernando, lo que no sentó nada bien ni al jugador saliente ni a la afición presente.
Después del descanso, las fuerzas del conjunto de casa, renovadas ante la reanudación del tiempo y una probable bronca de su entrenador en el vestuario, sentaron una rutina de acoso y derribo sobre la meta de Dimitrievski. Los de Francisco aguantaron un chaparrón de 20 minutos, encajaron un gol, consiguieron que el aluvión remitiera y tontearon con irse a Vallecas con el triunfo en el bolsillo. El minuto 96 lo evitaría.
Para el 1-2, el Sevilla tuvo que recurrir a un zapatazo de Djibril Sow desde fuera del área que pilló desprevenido al guardameta. Poco podía hacer, de todos modos, ante un disparo colocado al palo largo que se abrazó con la madera antes de subir al marcador. Nada que achacar, además, después de solventar algunas de las embestidas de los andaluces, que le retaron por mediación de Suso o Lukebakio. Las mejores oportunidades, eso sí, las aplacaron los cuerpos de sus defensas, entre quienes se mostró especialmente fino Aridane. Estuvo inteligente en el arranque y sobrio en el cierre.
Con este muro protector de los del barrio, avanzó el cronómetro con el ímpetu local yendo a menos hasta unos compases finales en los que los de Francisco alargaron todas las posesiones que podían y eternizaban las pausas para precipitar el final. La excepción, un "uy" de Rafa Mir, otro de los revulsivos de Mendilibar, con un golpeo frente a un área despejada que llevó la bola afuera por línea de fondo.
Pero, cuando parecía que las gradas se habían resignado a una nueva derrota, En-Nesyri apareció de manera crucial en la última jugada del partido y firmó las tablas. En un saque de esquina que empujó hasta a Nyland a subir a rematar, el punta saltó imperial para conectar con un envío de Ivan Rakitic y dejar al menos un punto en el Sánchez-Pizjuán. Las sensaciones siguen siendo pobres, pero el sabor de boca es distinto.