Empieza lo bueno. Ese momento en el que o sales del estadio por la puerta grande o acabas en la enfermería. No hay término medio. Suiza ejecutó un fútbol acorde a sus virtudes, mientras que Italia solo demostró sus peores defectos. Hasta el punto de no recordar que es la vigente campeona de la Eurocopa. Pues hasta aquí. Porque el equipo de la cruz le mandó a la camilla por 2-0 en la ceremonia de inauguración de los octavos de final. Los de Murat Yakin están entre las 8 mejores del Viejo Continente y esto no es ninguna sorpresa.
La 'Azzurra' no estuvo a las alturas de las circunstancias. Un proyecto que carece de talento se vio extremadamente superado por un rival en mayúsculas. Lo mejor es que, hasta en 2 ocasiones, se encontró con la madera y pudo meterse en la eliminatoria contra todos los pronósticos. La justicia divina hizo acto de presencia en el Olympiastadion de Berlín. El recinto en el que se peleará por la gloria el próximo 14 de julio... y no estará el combinado de Luciano Spalletti. El helvético se ha ganado el derecho a soñar con ello. Inglaterra o Eslovaquia, su próxima piedra.
Crear a base de creer
Los helvéticos hicieron méritos propios desde el comienzo, aunque con mayor fuerza conforme los minutos. Inauguraron las eliminatorias del torneo dominando los compases desde atrás. Crear a base de creer en que los transalpinos sufren cuando potencias sus debilidades. Granit Xhaka aparecía por dentro y Rubén Vargas por fuera, Remo Freuler y Dan Ndoye encontraban superioridad en zona peligrosa. No obstante, la primera situación de peligro real estuvo en las botas de Breel Embolo... y en los guantes de Gianluigi Donnarumma.
Es defender el escudo de su país y el guardameta, con el brazalete de capitán, se transforma. Vuelve a los tiempos memorables y recuerda el legado de su tocayo Buffon. Michel Aebischer dibujó una fantasía de pase al espacio y la referencia de los rojos se planteó en el mano a mano. Sin embargo, se perfiló tanto hacia el golpeo al palo largo que el arquero vestido de verde adivinó sus intenciones, engrandeció su figura y evitó el 1-0. El problema fue que los visitantes especularon con el potencial de los rivales, que encontraron el camino antes del descanso.
Freuler hizo justicia
El dominio de Suiza fue territorial, pero Remo Freuler hizo justicia. Rubén Vargas aprovechó el desmarque hacia el área del '8', quien hizo de la roca una joya para crear la volea. No fue perfecta, sí suficiente para aprovechar el desvío sin querer de Gianluca Mancini. El balón se coló en el fondo de las mallas y en el miedo de Italia. Dio la sensación de un planteamiento sin margen de mejora con lo visto. Solo podía ir a más si Luciano Spalletti se atrevía a agitar el asunto. Su enemigo mereció lo reflejado en el luminoso bajo la tutela de Murat Yakin y un fútbol eficiente.
Recordando el milagro ante Croacia, la fe cayó en las botas de Mattia Zaccagni para sustituir a Stephan El Shaarawy. De poco sirvió. De nada. Porque su equipo dio el pistoletazo de salida a la segunda parte y se pegó un tiro. Perdió el cuero de la forma más inocente, lo que le costó el 2-0 en contra a las primeras de cambio. Nada de mirar al frente en busca de las tablas. Observar la obra de arte con la que los helvéticos presentan su candidatura a todo. Como mínimo, a dar guerra en los cuartos de final de la Eurocopa 2024 y de qué manera. Porque no tuvo oposición.
Vargas, de Berlín al cielo
Sus compañeros se encargaron de las combinaciones... y Rubén de la definición. Porque Vargas se marchó de Berlín al cielo con un golpeo a la escuadra inmaculado. La triangulación en la izquierda con Granit Xhaka llevando la voz cantante acabó en Michel Aebischer. Y este no tuvo otra cosa que hacer que habilitar al '17'. Control orientado y misil termoguiado por el aire hacia la guarida de las arañas. Ni el mejor Gianluigi Donnarumma fue capaz de alcanzar la trayectoria. En un golpeo que recordó al de Nico Williams contra España. Con la diferencia de que este tuvo final feliz.
A partir de aquí, el encuentro siguió la inercia lógica. Mateo Retegui recogió el testigo de Nicolò Barella para acumular doble referencia junto a Gianluca Scamacca. Andrea Cambiaso y Lorenzo Pellegrini se sumaron a la causa, aunque para nada. Sin embargo, Fabian Schär se quedó a centímetros de hacerles un favor. El zaguero despejó hacia atrás, con la testa y sin querer un centro sin peligro aparente. De los que haces con más corazón que cabeza. Pues, precisamente, el '22' local envió a la madera dicha prolongación. Yann Sommer le miró con cara de incredulidad.
El error es sobrevalorar
Para hacer la idea, el primer disparo con cierta amenaza de Italia llegó en el minuto 73 por mediación de su dorsal '19'. De zurda y mordido directo a los dominios del guardameta rival. Dicho de esta manera, 'ocasión' es demasiado término. En el tramo final, lo único reseñable fue el encontronazo de su número '9' con el palo. Mattia Zaccagni prolongó con la cabeza un envío en largo desde el corazón del área. El chico de los tatuajes, desde el segundo palo, llegó forzado y no supo acomodar el esférico en el fondo de las mallas. Es más, Szymon Marciniak iba a pitar fuera de juego.
La frenética inicial de los octavos de final de la Eurocopa 2024 reflejó que, a veces, el error es sobrevalorar. Llenas de palabras y expectativas a una vigente campeona que no dio la cara, vendió su piel gratis y se aparta del camino fatídico nada más arrancar su andadura. Todo lo contrario con una Suiza que ya colocó a Alemania al filo del abismo. Eso no fue un espejismo. Lo de Berlín, mucho menos. Los helvéticos pelearán por el billete para las semifinales del gran evento frente al vencedor del Inglaterra-Eslovaquia. Y puestos a ser sinceros: esto no es ninguna sorpresa.