¿Qué es un fuera de juego posicional? ¿Cuándo se pita penalti por mano? ¿Qué Barça es el real, el que lleva a cabo una desastrosa primera mitad y encaja dos goles, el que firma una genial remontada y se lanza a la victoria o el que se confía y acaba perdiendo un partido? Preguntas de este tipo, surrealismo y un marcador impensable animaron la tarde de este sábado, en la que el Villarreal ganó por 3-5 en Montjuïc.
El relato del puede ser tan denso que glosarlo se presenta desafiante. Se hará de todos modos. El primer asunto que estudiar es el comportamiento meramente deportivo de los de Xavi Hernández. En la visita de un equipo en una dinámica pobre esta temporada, los suyos necesitaron que sus jugadores más diferenciales entraran al campo habiendo empezado desde el banquillo para dominar. El caso es que ellos mismos protagonizaron, a su vez, un desaguisado de proporciones bíblicas, lo que nubla el juicio anterior.
El principal foco se encuentra en la línea de atrás. A pesar de contar con futbolistas de la talla de Ronald Araujo o Jules Koundé, no termina de funcionar. O no funciona, directamente. En los 45 minutos iniciales, se vio incapaz de contener las acometidas de unos 'groguets' bien trabajados tácticamente. Marcelino invitaba a sus rivales a salir de su orden con pases que pedían controles de cara, devoluciones y el 'sprint' de un tercer hombre a la espalda de Christensen y compañía.
Cuando un torrente ofensivo sin paragón por parte del Barcelona compensó todo error que se había cometido anteriormente en defensa y parecía ser la simiente de una victoria épica, la zaga no solo volvió a fallar, sino que desapareció. Esto habría sido comprensible en un momento de empate, en el del 2-2, por ejemplo, pues a los catalanes no les valía siquiera un punto y necesitaban echar el resto por los tres.
De ahí que se antojara un sinsentido en los momentos del 3-2, cuando los de la Ciudad Condal debían terminar de matar a un Villarreal herido de gravedad sin necesidad de aumentar la sangría. Hubiera bastado con anestesiar el partido y dejar correr el reloj hacia el pitido final, pero el grupo se volcó tanto en los alrededores de la portería de Jörgensen que, a poco que la expedición de La Cerámica robaba una pelota en el centro del campo, armaba una contra de mucho peligro.
Al presentarse estas desconexiones azulgranas a lo largo de todo el encuentro, los de Marcelino acabaron por anotar cinco goles, una muestra evidente de la falta de empaque contraria atrás. Xavi apostó por Héctor Fort de inicio y por Pau Cubarsí en el descanso. También por Joao Cancelo. Su rendimiento estuvo a kilómetros de su calidad habitual hasta el punto de que una equivocación con su nombre facilitó el 0-2 a los castellonenses.
Sin que funcionaran la propuesta inicial ni el plan B, el Villarreal fue moviéndose como pez en el agua en el flan en el que se había convertido la defensa del Barcelona. Quizás esto explique, en gran medida, el desarrollo alocado del choque, pero no es posible concluirlo así porque hubo muchas otras intrahistorias por las que no es justo pasar de puntillas, desde la actuación arbitral hasta la otra cara de los 'culés', la positiva, la que remontó, pasando por el desenchufe 'groguet' durante buena parte de la cita a su chispazo final, el de la victoria.
El árbitro
Hubo dos goles anulados y un penalti corregido. Una de las dianas estuvo claramente bien invalidada. Fue una de Álex Baena a los 3 minutos del inicio. Era un adelanto de que el día iba a hacerse largo para la defensa del Barcelona, pero el autor del tanto estaba adelantadísimo al último contrincante en el momento en el que un compañero le acercaba el esférico. El 'quid' de la cuestión está en las otras dos determinaciones.
En el minuto 22, un centro de Kiko Femenía halló a Baena, quien, en la porfía con Koundé, en cuyo gemelo había rebotado el cuero, le tiró al suelo. Con los dos tendidos, entró en escena Gerard Moreno, que se echó el balón a un lado del área y lo mandó al fondo de la red de un zurdazo. Tras la celebración, se dio cuenta de que el juez había dado por mala la acción, aunque no quedaba claro si era por una falta de Baena o por otro motivo.
Gracias a una repetición de la realización televisiva, se pudo comprobar que el "no" del silbato se debió a que Alexander Sorloth, que estaba entre su compañero e Iñaki Peña, se encontraba en fuera de juego posicional. El caso es que tampoco estorbó tanto a la visión del guardameta como para que no pudiera participar de la jugada. De la misma manera, no impidió que Araujo, que se ubicaba detrás, esprintara para tratar de interceptar el disparo.
Mucho más adelante, en el 90', un centro de Gündogan cuando el luminoso exhibía el 3-3 dio en el brazo de Santi Comesaña. El ex del Rayo Vallecano tenía la extremidad todo lo pegada al cuerpo que podía, si bien no ocupaba el mismo espacio que habría ocupado el resto de su torso en caso de no estar su mano ahí. La primera decisión de Munuera Montero fue pena máxima. Una vez avisado desde el VAR, la revisó en la pantalla de la banda y optó por corregirse.
Quizás acertara. Quizá no lo hizo. El asunto es que, desde hace un tiempo, ni los aficionados ni, al parecer, los colegiados terminan de tener claro el reglamento o su traslado al terreno de juego. ¿Qué se tiene en cuenta? ¿El lugar del brazo? ¿La intencionalidad del jugador? ¿Si influye directamente en lo sucedido? Estas preguntas llevan haciéndose meses atrás y, gracias al partido de Montjuïc, habrá prórroga semanal en los medios de comunicación. La falta de un criterio del todo definido es el origen de tanto lío.
El Barça
Cuesta creer al ver el marcador, pero hubo un grueso tramo del duelo en el que el Barcelona fue lo que tiene que ser. Encerró al Villarreal en su área, se demostró a sí mismo que sí es capaz de levantar esos encuentros que le dan la espalda y no solo anotó tres goles, sino que dio la sensación de que su rival se había esfumado del terreno de juego. ¿Qué falló entonces? La incapacidad para gestionar este empuje.
Los de Xavi empezaron cayendo por 0-2 con dianas de Gerard Moreno, que vio puerta legalmente un rato después de que se invalidara su primer tanto, e Ilias Akhomach. Se hizo efectiva la 'Ley del ex'. Con la losa de la mala primera parte y de un inicio de segunda que había sido mejor, pero que se vio capado por un fallo garrafal de Joao Cancelo, la plantilla supo recobrar el rumbo, remangarse, apoyarse en sus revulsivos y remontar.
Es imposible explicar cómo los 'culés' pasaron del 0-2 al 3-2 sin tener en cuenta el impulso de Ferran Torres y el de Pedri González. El 'Tiburón' ingresó ya a mediados del segundo acto y su compañero lo hizo en el descanso. En sustitución de un Oriol Romeu fallón, que demostró, en el Girona, que puede aportar tanta calidad como la que está restando ahora en el equipo vecino, el canario aportó fluidez y criterio en un centro del campo en el que la insistencia de Gündogan por filtrar balones estaba topándose siempre con un bosque de piernas.
El trabajo del '7' no influyó directamente en el marcador amén de que no asistió ni anotó. Se basó en relanzar la fe de Montjuïc, que aplaudió su ingreso al campo, y en animar los movimientos ofensivos del Barça. De un pase suyo nació el 1-2, un balón que Lewandowski tocó de espuela en la frontal para que Gündogan, en justicia a que había sido el más activo de los suyos en la primera mitad, definiera con clase a la madera derecha de Jörgensen.
8 minutos después, el ex del Manchester City no estuvo tan fino al remachar un centro de baja altura de Lamine Yamal y vio a Pedri perfectamente posicionado detrás en fin de fusilar al portero 'groguet' y canjear el 2-2. Para el 3-2, se explotó a la perfección una tarascada de Kiko Femenía a Joao Cancelo con un telegrama de Gündogan hacia el primer palo, testigo de cómo un intento de remate de Araujo confundía a Bailly, que despejó hacia su propia red.
Hasta aquí, la reacción del Barcelona tiene que ser calificada de sobresaliente. Es en el momento en el que ya tienen la nota cuando los de Xavi se suspenden a sí mismos. En lugar de reducir la velocidad del partido aprovechando la depresión en el Villarreal, mantuvieron el arreón, se olvidaron de que los 'groguets' iban a seguir apretando para rascar algún premio y convirtieron su defensa en un sinsentido que les costó la derrota.
El Villarreal
El sabor de boca del Villarreal es inmejorable. Firmó una primera mitad valiente, soberbia, con aplicaciones tácticas que buscaban sacar a los defensas del Barcelona de sus emplazamientos iniciales, y fue el que pronunció la última palabra, la que valió por los tres puntos. Su gran debe es permitir una remontada azulgrana que, en caso de haber culminado en derrota 'groguet', habría certificado el 'summum' de su mala dinámica de estas semanas.
Goles de Gerard Moreno e Ilias premiaron los 45 minutos iniciales. El '7' finalizó una jugada brillante de Sorloth, que controló un pase de espaldas a Oriol Romeu, maniobró para irse a un lado y deshacerse de él y le envió la pelota para un remate potente con la zurda, sin complicaciones. Al poco de comenzar el segundo acto, el exazulgrana se limitó a capitalizar un pésimo despeje de Joao Cancelo a un cuero en largo de Jörgensen. Lo echó atrás en lugar de adelante y su contrincante encaró a Iñaki Peña, le regateó y obró el 0-2.
Después de esta diana, se dio el arramble local, el que debe estudiar Marcelino para entender por qué a su vestuario le está costando tanto funcionar esta temporada. Lo cierto, eso sí, es que se dio más por mérito de los anfitriones, que se mostraron en su mejor versión, que por demérito de los visitantes, que, dicho sea de paso, no tuvieron capacidad alguna de contestación a estos momentos de empuje catalán.
Esta dinámica ya se ha analizado párrafos atrás: toca hacer 'fast forward' a la 'rerremontada' del Villarreal. En las postrimerías de la cita, cuando los de Xavi dieron demasiado por hecho su triunfo, los de La Cerámica mantuvieron la fe. Podría haber varias aristas que mencionar o que glosar en este sentido, pero no es necesario. El grupo, sencillamente, no se permitió apagarse, mantuvo el impulso robando balones en el centro del campo y explotó la debilidad defensiva contraria.
Gonçalo Guedes, que había entrado desde el banquillo y es un refuerzo de hace unos días, coronó una contra hilvanada entre Capue, que recuperó la posesión en la medular, y Sorloth, que la condujo por tres cuartos de campo. Su tiro, a palo cruzado, se presentó imparable para Iñaki Peña, que quizá no pudo hacer demasiado aquí, pero sí en los otros dos goles que terminaron de dibujar el sonrojante resultado final, de 3-5.
Capoue se encargó, de nuevo, de fabricar el siguiente tanto yéndose de dos en la frontal del Barcelona para alargar el cuero hacia Sorloth, que chutó, vio la pelota dar en el brazo de Cubarsí, y rechutó ante un portero vencido. La guinda del pastel la condujo Guedes, clave de nuevo, esta vez para habilitar al 'Comandante' Morales, que había sido el relevo de Gerard Moreno, en un nuevo contragolpe. El otrora héroe del Levante capeó la 'manita' con una definición rasa al palo diestro y finiquitó, ya en el minuto 102, un partido surrealista en muchos sentidos. Quizá todos.