Reclamando su cuota de atención entre la crisis del Barcelona, la recuperación de Bale o la "peineta" de Carlo Ancelotti a un aficionado alemán, se coló este fin de semana el Lincoln, un modestísimo equipo que lucha por abandonar la quinta división y que el sábado fue capaz de eliminar al Burnley, un "Premier" que transita sin apuros por la Liga más rica del mundo, diez puntos por encima de los puestos de descenso.
No hay quien no conozca hoy en el Reino Unido a los principales protagonistas de la mayor gesta en más de un siglo que ha vivido la competición de fútbol más antigua del mundo.
Y al frente de todos, los hermanos Danny y Nicky Cowley, dos profesores de Educación Física de Essex, a los que reclutó el Lincoln el pasado verano tras convertirse en Baintree en la revelación de las ligas no profesionales.
Los hermanos Cowley, seguidores del West Ham, que según su madre "perdían demasiado el tiempo" con videojuegos de simulación de fútbol, cumplieron su sueño de convertirse en entrenadores a tiempo completo y llegaron a Lincoln dispuestos a despertar a una ciudad de casi 100.000 habitantes, que no había vuelto a vibrar desde 1976, cuando con Graham Taylor al frente alcanzó la cuarta ronda de la Copa.
Danny y Nicky comprobaron que cualquier aficionado de los "imps" (duendes) les hablaba de la época de Taylor. El exseleccionador, fallecido en enero pasado, fue jugador de Lincoln y tras lesionarse pasó al banquillo del club, convertido en el entrenador más joven de la historia del fútbol inglés, con 28 años.
El Lincoln vivió una época de esplendor con Taylor, porque logró implicar a toda la ciudad. Para ello, al concluir el entrenamiento, el joven técnico se llevaba a la plantilla al pub George, a dirimir sus disputas entre cervezas y partidas de dardos.
Los Cowley buscaron un camino similar. Con su residencia a más de 500 kilómetros, sin relación alguna con la cultura local, lo primero que hicieron fue cumplir con el rito de acudir a la catedral de la ciudad, en busca del duende que, según el mito, fue uno de los dos enviados por el diablo a la ciudad y quedó convertido en piedra. El otro huyó.
Luego se pusieron manos a la obra. Aumentaron la carga de trabajo de la plantilla, mejoraron su capacidad física y cambiaron la dieta de los futbolistas. Además, reclutaron a estudiantes que cursaban Ciencias del Deporte en la Universidad local, para que elaborasen informes de rendimiento.
El Lincoln comenzó a ganar partidos, volvió a ilusionarse con la posibilidad de ascender y fue traspasando rondas en la FA Cup. Primero dejó atrás a los modestos Guiseley y Altricham, sorprendió al Brighton (2a), al histórico Ipswich y al Oldham (3a), todos muy por encima de ellos.
Convertidos ya en una de las sensaciones, Danny y Nicky Cowley idearon una forma para que la trascendencia del duelo en Turf Moor, frente al Burnley, no superase a unos jugadores que se encontraban ante la ocasión de lograr lo que nadie había hecho desde 1914, cuando el Queen Parks Rangers se convirtió en el primer club amateur que alcanzó los cuartos de final.
Los técnicos dividieron el partido en cuartos de hora y implicaron a sus jugadores en un único objetivo; alcanzar el siguiente cuarto de hora sin encajar un gol.
A base de esfuerzo, fueron traspasando la primera parte, la media hora del segundo tiempo...y llegaron al minuto 89 con un córner a favor. Un lanzamiento largo, pasado el segundo poste y lejos de la meta, que encontró libre de marca a Luke Waterfall. El defensa lo envió de cabeza al primer poste y allí surgió el afortunado remate con la testa de otro zaguero, el central Sean Raggett, que logró el gol más importante de su carrera.
A un paso de vivir la gran fiesta de Wembley, el Lincoln aguarda ahora al rival en cuartos, que saldrá esta noche del enfrentamiento entre el Arsenal y Sutton, otro equipo de la quinta división.
Si se cumplen los pronósticos y pasa el equipo de Arsene Wenger, Raggett, seguidor de los "cañoneros" cumplirá su sueño de ver en directo un partido del Arsenal...aunque como protagonista. Y el técnico Danny Cowley, convertido ya en una celebridad que incluso se afeitó la barba para acudir al programa estrella de la BBC "Match of the Day" -lo que no hizo ni en su boda- podrá volver a invocar al duende o al recuerdo de Graham Taylor.