Más de dos años después de su fallecimiento, la figura de Cruyff sigue en el recuerdo de los aficionados como uno de los mejores jugadores y estrategas de la historia del fútbol. Pero si algo superaba a su calidad sobre el césped, eso era su personalidad.
El '14' dejó años de magia en torno a la pelota, pero alargó su leyenda con declaraciones y anécdotas que, a día de hoy, le mantienen como una figura perenne al paso del tiempo.
En 1980, dos años después de su salida de la Ciudad Condal y siendo jugador de los Washington Diplomats de la NASL, el holandés llamó la atención del fútbol europeo con unas declaraciones en las que reconocía echar de menos el Viejo Continente. El Levante, sin nada que perder, se lanzó a la aventura e intentó su fichaje.
Paco Aznar, presidente de la entidad 'granota' por aquel entonces, insistió en su incorporación al conjunto valenciano con el objetivo de, a sus 34 años, usarlo como reclamo y llevar al alza el número de socios.
Después de varios problemas con la Federación, que instaba a la entidad a solventar unos pagos atrasados con la actual plantilla, el 'Flaco' firmó por el club por un montante aproximado de 10 millones de pesetas e inició su -leve- periplo por la Segunda División.
Desde ese momento, su vida nada tuvo que ver con la de un futbolista normal y corriente. Es cierto que Cruyff no lo era, pero su falta de compromiso y su consideración 'divina' de puertas a dentro llevaron al Levante a una situación peor de la que estaba antes de su incorporación. Viajes con el presidente, dos goles en diez partidos, ausencia de los entrenamientos y una anécdota que refleja a la perfección el carácter de la leyenda.
En vísperas de un partido en Vitoria frente al Alavés y ante la enorme demanda de entradas, Cruyff, ni corto ni perezoso, exigió al gerente del Alavés, Zárraga, recibir la mitad de los ingresos en taquilla al considerar el auge de ingresos un mérito propio. Al negarse, el flamante fichaje del Levante decidió no jugar y coger el camino de vuelta a Valencia.
Para más 'inri', su equipo perdió y Pachín, el entrenador, fue destituido. El equipo, que en el momento de su llegada se encontraba luchando por los puestos de ascenso, terminó noveno. En fin, puro Cruyff.