La llamada 'Naranja Mecánica' se presentó al Mundial celebrado en Alemania Occidental como un grupo joven y con potencial, pero ni mucho menos favorita. Llegaron a la final. Se escapó el título tras un 1-2 ante los anfitriones.
Pese a no levantar el trofeo, lo que más se recuerda de aquel campeonato es el fútbol desplegado por Holanda. Aquella selección dio a conocer al mundo conceptos como la presión alta, un mecanismo que ya había sido puesto en marcha por el Ajax a nivel de clubes y que años después perfeccionó el Milan de Arrigo Sacchi y explotó el Barcelona del propio Cruyff y Pep Guardiola.
Holanda innovó el juego: todos atacan, todos defienden. El juego se volvió dinámico, móvil, versátil. Al despliegue físico se le añadió una capacidad técnica inusual. Porque Cruyff no estaba solo: Rob Rensenbrink, Johan Neeskens, Ruud Krol y Johnny Rep, entre otros, formaron un equipo temible.
Un equipo que aún está siendo estudiado, aunque hayan pasado casi 45 años. Esa Holanda ganaba por ahogamiento del rival. 4-0 a Argentina, 2-0 a Brasil... Resultos que coronaron una propuesta futbolística atractiva, admirable y, lo que es más importante, ganadora.
Claro que en la final se encontraron a otro señor equipo. Maier, Beckenbauer, Vogts, Hoeness, Overath, Breitner, Müller... Neeskens puso por delante a Holanda pero Vogts anuló a Cruyff, Holanda se enmarañó, no supo imponer su vertiginoso ritmo y apareció el martillo germano.
Aun así, aunque otros se llevan la gloria, Holanda se llevó los aplausos.