Cuando la normalidad se convierte en la mejor noticia

Es el mundo del fútbol un mundo de lenguaje bastante grandilocuente. En él abundan los adjetivos excesivos, que inmortalizan jugadas o convierten en héroes para siempre a futbolistas que simplemente tienen un día de gracia o que han conseguido hacer historia por esta o aquella razón.

Pero si hablamos de héroes en esto del mundo del fútbol, no podemos olvidarnos de Alan Ruschel. El menudo jugador de Chapecoense fue uno de los pocos en escapar de la muerte aquel fatídico 28 de noviembre de 2016, cuando la expedición de este modesto equipo brasileño ponía rumbo a Colombia para disputar la final de la Copa Sudamericana ante Atlético Nacional.

Más de un año y medio después, la mejor noticia que le ha podido dar la vida a Alan Ruschel es el anonimato, la cotidianidad. Ya nadie habla de darle un homenaje o de convertirle en el símbolo de una tragedia que el futbolista nunca olvidará. Los actos post-accidente y las lágrimas derramadas, incluso esos goles llenos de emotividad, han pasado al olvido y su vida ha recuperado, si es que alguien puede hacerlo después de tamaña desgracia, la normalidad.

No ha jugado mucho desde su completa recuperación, pero ya forma parte de la plantilla de Chapecoense por pleno derecho y sin que nadie le regale nada. A finales de marzo y principios de abril, Alan Ruschel pudo disponer de algunos minutos de juego en el Campeonato Catarinense, el torneo regional de Santa Catarina, lugar de procedencia del equipo verde.

En Liga Brasileña, su participación ha sido escasa, pero dispuso de un par de minutos en la octava jornada, ante Ceará, confirmando que la pesadilla ya quedó atrás y que la vida sigue para él. Para muchos no serían nada más que los minutos de la basura, pero para Alan Ruschel esos dos minutos son un gran premio intangible: el de haber recuperado la normalidad.