Barcelona, Madrid y Bilbao. El Real Madrid tachó tres jornadas en su calendario particular hacia el título y en siete días dejó prácticamente sentenciada la Liga. En San Mamés, reconquistó uno de sus feudos más complicados en la historia y dejó al Barça pendiente de un milagro para el que los de Setién ya no tienen fe.
0-1, 1-0 y de nuevo 0-1. La nueva normalidad del Madrid no dibuja un equipo alegre y goleador. Es la versión menos habitual del campeón de todo. Un equipo sólido atrás, con buen físico y fondo de armario, y comprometido. Que quiere volver a ganar la Liga y parece que tiene la suerte de cara.
Tampoco en Bilbao hubo una exhibición de los de Zidane. Ni tan siquiera un dominio incontestable. El partido pudo caer para uno u otro lado, pero, como viene sucediendo desde el reinicio, cayó para el mismo: flor y flores para el técnico galo.
El choque fue de empate en casi todo. Al descanso, combate nulo y oportunidades -escasas- para unos y otros. Williams y Raúl García tuvieron las rojiblancas y Rodrygo y Benzema, cómo no, dispusieron de las más claras por el bando visitante. Insuficientes, en cualquier caso, para alterar la igualdad inicial.
Pese a la ausencia de público en San Mamés, el choque fue áspero. Al Athletic no le gusta perder ante el Real Madrid y lo demostró hasta el final, quizás anteponiendo esa rivalidad a la necesidad europea de los de Garitano.
Penalti sí, penalti no
La segunda mitad comenzó con el equipo blanco dando un paso adelante. Como ante el Espanyol o el Getafe, los de Zidane supieron esperar su momento. Pero, pese a su buen tono físico, la frescura de hace un par de semanas ya no está ahí.
Aunque el Athletic se defendió bien y exigió la mejor versión de Courtois en los contragolpes, a los 'leones' se les iba acabando la gasolina más rápido que a los 'merengues'.
Una volea al limbo de Marco Asensio cuando el Athletic ya estaba con la lengua fuera fue el preludio de un penalti de Dani García a Marcelo que no vio González González, pero sí Gil Manzano en el VAR.
Indiscutible, como el lanzamiento de un Ramos de nuevo infalible, que volvió a dejar a los blancos preguntándose por qué no ha empezado a encargarse de esto antes. El problema, al menos para el Athletic, es que el rasero no fue el mismo para unos y otros.
Al poco de marcar el 0-1, el central de Camas pisó sin querer en el área a Raúl García. La acción, a diferencia del penalti a Marcelo, ni tan siquiera fue revisada por el árbitro, que mandó sacar rápido de banda.
La disparidad de criterios encendió al Athletic, que terminó bastante picado y cargado de amarillas un choque en el que, como mínimo, mereció empatar. No hubo mucho más, a pesar del empeño de Benzema, de nuevo sobresaliente, que fue el único que quiso el gol en unos últimos minutos que el Madrid contemporizó en exceso.
El festejo del triunfo, por tercera jornada consecutiva, evidenció la cercanía del título blanco, al que un tropiezo del Barcelona ante el Villarreal dejaría con la Liga en el bolsillo. Sin excesivo brillo o superioridad, pero con Ramos y la suerte del campeón a veces ni hace falta.