Así que este lunes 9 de julio vuelven a aflorar los sentimientos de identificación con la idea futbolera de España. Es el elegido para levantar el ánimo del país tras el fiasco en Rusia.
La historia es consabida. Se jugaban los cuartos de final del Mundial de Estados Unidos. Roberto Baggio había puesto el 2-1 para Italia en el minuto 88 y la España de Clemente cargaba a la desesperada por el empate. Entonces, llegó la acción que todos, salvo Sandor Puhl, vieron.
Tassotti le había roto la nariz a Luis Enrique con una agresión dentro del área que podría haber forzado la prórroga de haber transformado el penalti. Sangraba el asturiano, sangraba España. Lloraba Luis Enrique, lloraba España.
Costó muchísimos años digerir esa eliminación. El listón de cuartos volvía a asestar un durísimo golpe. De hecho, la cicatriz no terminó de cerrarse hasta 2010, cuando Iniesta coronó en la final contra Holanda un Mundial para enmarcar, el primero y único en las vitrinas de España.
El propio Piqué, uno de los héroes de Johannesburgo, confesó hace poco que su primer recuerdo de 'la Roja' fue la sangre brotando del que luego sería su entrenador.
Días después, el central italiano fue sancionado con ocho partidos, aunque de poco servía eso para España, que terminó de ver el Mundial en casa.
"Luis Enrique estaba fuera de sus casillas. Quería matar al árbitro y a Tassotti. Lo aguanté como pude y caímos al suelo", rememoró uno de los fisioterapeutas de España entonces, Senén Cortegoso.
Justo en tan señalada efeméride, las lágrimas de esa fotografía se convierten en las sonrisas de una nueva. Que no se ha hecho aún porque no será presentado hasta la semana que viene.
Pero sí se convierte en un guiño para que Luis Enrique vuelva a ponerle rostro al sueño de un país que ahora sí sabe lo que es saborear al éxito.