Si está escrito que el Nápoles gana la Serie A, el partido contra el Chievo Verona quedará en el imaginario como el que cambió la suerte de los partenopeos. Perdía en el minuto 89 y ganó en el 93. Milic y Diawara evitaron que el equipo quedara hecho cenizas para seguir luchando.
Este partido se ha visto muchas veces en San Paolo. En su desarrollo y en su final milagroso. El Nápoles aprieta, el rival se encierra, las ocasiones llegan pero no hay tino. Avasallaba el cuadro de Sarri, que se marchó al descanso con un sinfín de estadísticas a favor al descanso y un triste empate en el electrónico.
En el minuto 50, pareció que el cántaro se iba a romper. Mertens fue objeto de un penalti algo discutido y él mismo se encargó de tirarlo. Pero Sorrentino prolongó la agonía despejando el remate, a la derecha, no muy bien ejecutado por el belga.
Más difícil todavía
Tocaba seguir remando. Pero cada vez había que ir descubriéndose más. Ello lo aprovechó el Chievo para, en una de sus pocas ocasiones, tejer una contra mortal que heló San Paolo. Stepinski parecía darle el título a la Juventus con algo menos de 20 minutos por jugarse.
Pero el Nápoles no tiró la toalla. Cerró los ojos, apretó los puños y fue con todo a por la remontada. Milic la invocó a uno para el 90, cruzando al segundo palo un buen cabezazo.
Quedaba la desesperada. Y, tras dos córners consecutivos en el tercero de los minutos de añadido, Diawara firmó su primer tanto en la Serie A, el segundo de su carrera, para dar vida al 'Scudetto'. Controló, levantó la cabeza y, con una sangre fría impropia del minuto que era y sus 20 años, la puso casi en la escuadra.
Toda Nápoles vibró, Turín enmudeció. Y dentro de tres jornadas, quién sabe si aún con cuatro puntos de distancia entre ellos, 'bianconeri' y celestes se verán las caras en lo que puede ser la batalla final.