Tanto Escribá como Garitano abrieron la puerta de ese armario lleno de pólvora,y balas. A falta de 180 minutos para el final de LaLiga había que echar el resto en la carrera por unos objetivos muy disparos y el fútbol ayudó a costa de la tristeza de otros.
El Celta empezó avisando con un gol anulado a Maxi Gómez por un claro fuera de juego y el delantero no tuvo la misma suerte en una jugada prácticamente idéntica minutos después. Tanto perdornar, al final, costó muy caro.
No habían pasado ni 15 minutos cuando Araujo cometió un penalti sobre Muniain, que no fue apenas discutido. El encargado de adquirir todo el compromiso fue Raúl García, en un estado formidable de forma. Golpeo seco y para adentro.
En un minuto loco sentenciaron los leones. Dos zarpados de Raúl García provocaron alguna que otra lágrima en la afición del Celta. Esta vez fue por una jugada trianfulado y de las que se ven en fútbol sala para matar a Rubén Blanco.
No fue la mejor tarde del portero celtiña. Por un pase muy flojo tuvo que abandonar la portería con la mala suerte de que su despeje impactó en el cuerpo de Williams, que fue con toda su pillería a provocar el fallo.
Fue más bien una alfombra roja por la que caminó el delantero hasta alojar el balón en la portería, significando un durísimo 3-0 antes del descanso.
La segunda parte fue para mirar el reloj. El Athletic intentó dormir el partido y el Celta no encontraba la forma de asomarse al marcador mientras estaba pendiente de los resultados externos.
Entre cambios y ninguna ocasión importante, el fútbol quiso que Iago Aspas maquillara el resultado para ponerse una sonrisa de oreja a oreja. El Girona perdió y el Celta se encontró con una salvación virtual a pesar de la derrota en San Mamés. Por su parte, el Athletic dio un paso más hacia Europa. Las cosas del fútbol.