La rivalidad en el deporte empaña en muchas ocasiones todo lo bonito que sucede sobre el verde. Los futbolistas tienen mucha responsabilidad en este sentido, aunque algunos suelen perder las formas, como le pasó a Édgar.
El guardameta catalán guarda con cariño su etapa en el Reus, adonde llegó en 2014 tras abandonar el filial del Granada. Desde entonces, mucho vivido como rojinegro, un ascenso a Segunda y varias citas de alto voltaje con el Nàstic.
A sus 27 años, se quedó sin equipo tras el inevitable final del Reus, que se vio obligado a dejar la competición. El Elche le dio asilo a mitad de temporada y se ha hecho con el dominio de la meta ilicitana.
Pero, pese a que no había objetivos en juego, el duelo entre Nàstic y Elche acabó con una escena reprochable por ambas partes. Parte de la hinchada grana le estuvo pinchando durante todo el encuentro, con insultos y descriminaciones, estando su familia en el estadio.
Édgar respondió enseñando a la grada un tatuaje que tiene en el brazo de la ciudad de Reus. Sus compañeros le separaron y le llevaron a vestuarios ante los reproches de los jugadores locales. Un espectáculo injusto para un gran partido.