El fútbol puede ser cruel. Muy cruel. El Astra Giurgiu, que, hace unas semanas, ocupaba la zona tranquila de la tabla en la Liga Rumana, protagonizó un bajón de nivel profundo que llevó a la entidad al descenso matemático. Esto, en un contexto de deudas extremas, suponía la práctica desaparición del club.
Pero había una esperanza. La final de la Copa Rumana. En caso de conquistarla, el equipo no solo habría cosechado el premio monetario que percibe el campeón, sino que se habría clasificado para la Europa League. Y, fuera cual fuera el devenir del conjunto en la segunda competición europea, cada participación supone un dinero importantísimo.
El problema es que el encuentro definitivo, a vida o muerte para los de Eugen Neagoe, se lo llevó el CSU Craiova por 2-3 con drama y muchísima emoción. Hubo que esperar a la prórroga para conocer al vencedor, que se sustentó en una remontada obrada por Nistor y Screciu en los minutos 100 y 113, respectivamente.
La derrota supone la probable desaparición del Astra Giurgiu, que no tardó en recibir centenas de mensajes de ánimo a través de las redes sociales. Los hinchas son conscientes de la agónica tesitura que atraviesa el club y, en el día en el que se jugaba casi al completo su futuro, cayó de la más cruel de las maneras.