En una visión de conjunto, el Barça de la 'era Valverde' ha perdido romanticismo y escuela. También ha ganado sobriedad y músculo. Ha acostumbrado a actuaciones grises solventadas con más pegada que encanto. Pero ahí está, de nuevo en la cima (con permiso del Sevilla). Pero hay días en la balanza que los puntos y el dominio pesan más que la estética y el espectáculo. Incluso partidos donde el dios Messi deja paso al protagonismo de los antihéroes.
El Barcelona sudó para abrir y cerrar la persiana al encuentro. Tardó tanto en ponerse 1-0 como en calmarse con el segundo. Y no es que el Villarreal le planteara excesivos problemas más allá del susto de Gerard Moreno, que se estrelló contra el palo con el 0-0. Pero la autoevaluación de un Barça y Madrid siempre es muy exigente. Y la imagen que devuelve el espejo de este Barça no enamora excesivamente.
Fue el Barça de los 'bad boys', que tuvieron sus altas dosis de incidencia en el duelo. El Camp Nou dio a Dembélé el cariño que necesita para no descarriarse. Ciertamente, el extremo galo fue el más descarado, desequilibrante y animoso de todos los presentes. Su declaración de intenciones comenzó con cinco recortes consecutivos a Pedraza en los primeros minutos. Por desafío o por inconsciencia, nunca se le puede negar su osadía y frescura.
Sirvió a Piqué el 1-0 centrando con la zurda. Piqué, el segundo antihéroe de la noche. El siempre polémico central azulgrana jugó dos partidos: uno notable sobre la cancha, concentrado y decisivo en su cabezazo del 1-0; otro contra Gerard Moreno, con el que arrastraba una cuenta pendiente de esos encendidos derbis catalanes.
El 'Street Fighter' entre el azulgrana y el amarillo tuvo tintes tragicómicos. Se encararon frente contra frente, se soltaron las manos, se buscaron las cosquillas. No llegó a mayores y estuvo bien gestionado por Martínez Munuera. Un poco de salsa dentro de un partido con algo de encefalograma plano por momentos.
Alegre bautismo para Aleñá
Por si fuera poco, también se coló entre los libretos de protagonistas Carles Aleñá. Después del partido dijo que Messi le había inventado un pase irrechazable, pero su desmarque y su definición estuvieron a la altura de un socio del argentino. Primer gol en la élite y justo para templar cualquier atisbo de drama en el añadido.
El canterano había entrado por Arturo Vidal, quien ya se ha asentado en las alineaciones. Pero cuando vio su dorsal se le volvió a poner cara de emoticono (y no de corazones, precisamente). Se marchó resignado, pero con corona: la que le dio el Camp Nou, que pitó a Valverde para reprobar su cambio. También en la grada comienzan a cogerle cariño al 'bad boy' chileno.
El Villarreal se fue con la sensación que tuvo el PSV u otros muchos rivales en los últimos meses: que el Barça es más vulnerable y se podría haber llenado el bolsillo con algún punto, a pesar de que Ter Stegen no tuvo que sudar en paradas comprometidas.
Las victorias siempre eclipsan análisis más estructurales. Y aunque ahora está atravesando una fase de turbulencias con las lesiones el Barcelona, se echa de menos un fútbol más alegre y vertical. El mazo vale tanto como la varita, pero son décadas ponderando el buen fútbol en el Camp Nou como para conformarse a estas alturas.
Moraleja aparte, el Barcelona solventó otro partido del calendario aprovechando el empate del Atlético de Madrid para meterle dos puntos más. Ya tendrá tiempo de las diabluras de Messi, de la contundencia de Luis Suárez. Pero en el callejón también sabe pelearse en el Barça. Con la valentía de Dembélé, los tatuajes de Vidal y las pinturas de guerra de Piqué. Es otro camino, pero que lleva a los tres puntos igualmente.