Los últimos dos años de Roman Zozulya serán difíciles de olvidar para el ucraniano. Ha pasado de vivir un infierno a estar en el paraíso. Todo comenzó en el mercado invernal de la 2016-17...
El Rayo Vallecano anunció el fichaje del futbolista ucraniano Roman Zozulya. Un fichaje que pronto despertó las suspicacias de los aficionados rayistas, que no tardaron en encontrar su turbio pasado.
Porque Zozulya nunca ocultó su simpatía hacia los actuales dirigentes de Ucrania, una afinidad que rayaba con la extrema derecha, una ideología diametralmente opuesta a la que defiende la afición del Rayo Vallecano.
Su vida entonces cambió. La afición mostró su enérgico rechazo a que un jugador con sus antecedentes políticos defendiera sus colorse, y Zozulya se quedó en una especie de limbo futbolístico.
Entrenaba en solitario, pero estaba claro que no iba a jugar en el Rayo. La situación logró desbloquearse y pudo terminar la temporada en el Betis. Jugó seis partidos de verdiblanco, y entonces se fue al Albacete.
Y ahí la historia cambió. Su conflictivo pasado cayó en el olvido. Pelillos a la mar. Y se ha convertido en un futbolista querido por la afición albaceteña. Amén de un pilar en el ataque del club, claro.
Tras 52 partidos jugados con el Albacete en esta temporada y media que lleva en el equipo, ha marcado 19 goles, algunos de suma importancia, como el del empate en la visita del Sporting a principios de año.