Necesitaba el City un partido plácido para engrasar la maquinaria de cara a la que se le viene encima: Leicester en el King Power, Real Madrid en el Bernabéu y la final de la EFL Cup. Todo, en poco más de una semana.
El West Ham fue la víctima propicia para ello. Los de Moyes firmaron un partido indigno, en el que renunciaron por completo a jugar a algo parecido al fútbol. Fue el West Ham un equipo pusilánime, que no tiró a puerta en los 90 minutos. Ni generó peligro. Nada de nada.
Los 'hammers' se dedicaron a defenderse, a achicar balones. A que pasase el tiempo mientras el City percutía una y otra vez. El dominio 'skyblue' fue absoluto, hasta el punto de acabar el partido con casi el 80% de la posesión.
Pese a todo, el resultado se antojó corto, a la vista del 'baño' que los de Guardiola dieron a los de Moyes. Desde el primer minuto quedó claro que el City tendría la posesión, y que los 'hammers' se limitarían a defenderse y buscar sus opciones a la contra.
El asedio 'skyblue' empezó prácticamente con el pitido inicial. Muy pronto el West Ham se vio desbordado por sus rivales, que cada vez llegaban más facilidad. Terminaron los de Moyes metiendo a ocho o nueve defensores en su área, mientras el City buscaba el hueco.
Con semejante aglomeración de individuos era cuestión de tiempo que ocurriera algo polémico, pero el VAR no parecía estar por la labor de hacer su trabajo en este encuentro.
Asumió como involuntaria una mano de Cresswell dentro del área, tras apoyarse en el balón (fue considerada como una mano de apoyo para mantener el equilibrio), y un sangrante doble agarrón de Ogbonna a Agüero, a quien terminó sujetando de la entrepierna para evitar su remate.
Pero el gol del City no llegaría de penalti. Lo hizo a balón parado, tras un córner magistralmente botado por De Bruyne al primer palo, donde Rodri lo peinó al segundo con la comba justa para que acabase entrando tras pegar en el poste. De no ser así, lo hubiera empujado en boca de gol Laporte.
Hasta ese momento, solo habíamos visto ataques del City. Todos los conatos de contra del West Ham murieron antes de comenzar, y solo en una ocasión en la media hora de partido que llevábamos habían intentado los de Moyes salir con el balón jugado.
No bajó los brazos el City tras su gol, pero el férreo marcaje que estaba sufriendo Agüero, unido a la poca puntería que tuvo Gabriel Jesus durante todo el partido hicieron que el partido se fuera con un corto 1-0 al descanso.
Tampoco funcionó la conexión entre los Silvas, pese a que entre ambos, y junto a De Bruyne, trajero de cabeza a la zaga visitante. Fue un escándalo la superioridad mostrada por los de Guardiola, y si algo hubo que achacarles fue la poca contundencia mostrada de cara al gol.
El segundo tiempo fue un calco del primero. Parecía que quien necesitaba marcar era el City, porque el West Ham, pese a ir perdiendo, seguía encerrado en su campo, a la espera de un regalo que nunca llegó.
Pasada la hora de partido, De Bruyne, 'MVP' del partido, volvió a conectar con un compañero. En esta ocasión fue con Bernardo Silva, pero al luso se le fue largo el intento de regate. El belga, que siguió la jugada, se llevó el balón al ir de cara y sorprendió a Fabianski con un tiro al palo corto.
Sentenció el City el encuentro, y ni así el West Ham se atrevió a correr más riesgos. Moyes hizo un cambio por lesión y otro de delantero por delantero, y dejó que pasase el tiempo, que el tormento terminase cuanto antes.
Al final, tras 94 minutos de interminable monólogo 'citizen', ganaron los locales, una pequeña alegría tras una semana harto complicada. Se tomó el City el partido como un entrenamiento de cara a lo que le toca jugar en los próximos diez días, y el West Ham pareció poner todo de su parte para no contrariar a su herido rival.