El City despedaza al Basilea

Atención, el Manchester City está aquí. Seguramente, en su mejor disposición para asaltar la Champions. Tiene talento, tiene banquillo, tiene hambre. Está muy hambriento, de hecho. No tuvo ni piedad ni descanso. Porque le ganó al Basilea, pero en realidad jugó contra los demás supervivientes del torneo. Les mandó un aviso muy serio.  

Jugueteó con los suizos y se llevó los deberes hechos a Inglaterra. Ciertamente, la fragilidad de los azulgrana abrió la barra libre para los de Guardiola. Cuatro tiros a puerta y tres goles en 23 minutos. Un universo de sensasciones en los pies locales y los visitantes. Un baño de ego cuando la competición se empina. El pie siempre estuvo en el cuello suizo. 

Los 'citizen', de todos modos, no se tomaron a broma a su 'sparring'. Por eso golpearon a discreción. Voraces, concentrados, instintivos. Aplicando la doctrina de su técnico: nunca se puede descansar porque ese es el entrenamiento del carácter, el que deberá emplear ante rivales superiores en próximas eliminatorias.  

El Basilea, pobre de él, acudía como la 'Cenicienta' de octavos y acabó como Bella Durmiente. Machacado y empequeñecido. Oberin pudo haber jugado 200 minutos y no se habría quitado la venda de los ojos. Cuanto más llegaba, peor ejecutaba. Al contrario que su rival. 

Hasta que los 'citizen' quisieron

El Manchester City se pasó la noche afilando el colmillo hasta que su víctima dejó de moverse. Hasta el 0-4 no hubo cierta tregua. Al City le sobró media hora; al Basilea, hasta el partido de vuelta. Los Globe Trotters se fueron al banquillo y se activó el piloto automático. Pero la otra unidad trajo a Sané y Silva, nada de pecata minuta. 

Sané, quien parecía que iba a perderse el Mundial, comenzó a activarse. Silva narcotizó la bola y De Bruyne, ultrautilizado este año, se enchufó a la bombona de oxígeno. A su lado seguía el 'man of the match', Ilkay Gündogan. El turco-alemán siempre fue un ojito derecho de Guardiola. Lo quiso para el Barcelona, lo disfruta en Manchester. Vuelve a ser ese capitán con uniforme y galones del Borussia Dortmund. 

Abrió y cerró la noche con sendos golazos. De cabeza el primero en tiro de esquina, para convertir en hábito que haya una asistencia de De Bruyne. El segundo, delicioso, con recorte, colocación y disparo sutil. Tantos que evidencian una confianza restañada y un talento liberado. Otro arma muy útil para cuartos de final. 

El atracón lo completaron Agüero, que sigue con la propiedad conmutativa del gol: marca juegue en casa o a domicilio; y Bernardo Silva, que no es habitual de estas lides, pero pasaba por allí. Por el área devastada del Basilea, claro. 

La eliminatoria está virtualmente sellada. El partido de vuelta será un viaje para los suizos y una amenaza de lesiones para los locales. Aunque, si se lo toman con la actitud de hoy, seguramente reforzará el aviso a los demás y a la competición.